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Se frenó un segundo, y antes de cerrar la puerta miró para esa habitación vacía y en penumbras. Sabía, por ese extraño presentimiento que se tiene cuando se percibe el fin de algo, que a su vuelta ya nada sería igual; tal vez no volvería a pisar ese departamento nunca más o por lo menos si lo hacia, él ya no sería el mismo que cerraba hoy esa puerta.
Con una mirada intentó buscar a los pedazos de su persona que seguramente rondarían los rincones, quiso llevarse consigo el aroma a ilusión que traía la primera vez que entró. Era inútil y lo sabía, ni con todos los artilugios del mundo iba a poder sacar a su amor deshidratado de ese ambiente; resignado optó por cerrar la puerta.
Cuentan los entendidos en la materia, que cuando uno está a punto de morir se le aparecen flashes con imágenes importantes de su vida, en aquél instante él supo que no pasa solamente con las personas, cuando un amor fallece, también se ven los flashes de la vida de ese cariño que murió (sonrisas, reconciliaciones, llantos, etc.).-
Ella lo había dejado para siempre, si es que alguna vez fue suya, y lo dejó de la peor manera, permaneciendo físicamente presente pero manteniéndose como un fantasma a su lado. Hoy se separaban, él se iría por un tiempo hacia alguna longitud, ella buscaría la seguridad de sus latitudes conocidas.
Los dos sabían que dentro de un tiempo volverían a rozarse, a encontrarse; esa es la maldición de tener amigos en común. Pero él había aprendido, y con esa mezcla entre desilusión y honor herido se juró enterrarla para siempre en el olvido.
Dio dos vueltas de llave a la puerta y llamó el ascensor, ya dentro de éste se miró al espejo para ver si lograba encontrar al hombre que era antes de conocerla y fue ahí que vio escrita con tinta roja una frase que decía: “la culpa es de uno cuando no enamora” M. Benedetti.
Muy por dentro, y quizás para consolar a su ego herido, sabia que su vida no cambiaria demasiado sin ella por que a fin de cuentas todo este tiempo lo había pasado solo; ella sin embargo sentiría en algún que otro momento la falta de él porque siempre la había estado acompañando.
Fue extraño enamorarse de una sombra –suspiro-. Alzó su bolso y partió a la estación, quería creer que en algún lugar su verdadera “ella” lo estaba esperando. Estaría más desconfiado, menos expresivo, sería otro por un tiempo hasta que se apague la herida.
Recostando el asiento, miro hacia el techo del ómnibus y entre pensamientos confusos le surgió: Difícil es el amor, que llega cuando uno no lo espera y se va cuando más se lo necesita.=

Texto agregado el 18-06-2002, y leído por 436 visitantes. (0 votos)


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