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Inicio / Cuenteros Locales / Chorch / Un cuento sin principio ni fin.

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En cualquier momento siempre nos quedará el camino a cualquier lugar. Podemos ir a cualquier país en el que haya sitios donde creamos que podemos ser bien recibidos, siempre.
Podemos ir a sitios en los que la noche se confunda con el día. La gran Luna anaranjada, resplandeciente, abarcando todo ese mundo en el que estamos dispuestos a compartir todo lo que llena a nuestro corazón. Observamos la Luna, entre extasiados y perturbados. Nos recuerda vagamente a un rostro desaparecido poco tiempo atrás. La noche pasa, el viento nos acaricia fríamente, la Luna empalidece y por momentos te recuerda aún más a ese rostro perdido en las tinieblas. Las estrellas empiezan a hacer su fulgurante aparición. Una a una, van iluminando el oscuro cielo que es en ese momento nuestro corazón. Muchos pensamientos golpeando ese bello rostro, demasiados para tan leve sentimiento. Ahora va despertando poco a poco, segundo tras segundo, mientras su conciencia hace acto de presencia. Ahora ya piensa como ella misma, cree que ha tenido un cálido y placentero sueño. Podría haber sido así. También pudo haber sido una pesadilla e incluso pudo no haber sido nada. Algo en su corazón le hablaba de cálidos recuerdos, de fríos anocheceres, de extrañas tardes pasadas en un café. Recuerda algo de lugares lejanos, de viajes nunca realizados y de cariñosa gente que acoge cálidamente a extranjeros y lugareños. Casi está completamente despierta. Se despereza y observa la habitación en la semioscuridad que le brindan la persiana y el amanecer. Se sienta en la cama, deja caer la sábana más allá de sus senos, jóvenes y firmes, hasta la marcada cintura. Se estira ligeramente y abre completamente la persiana. Unos inmensos nubarrones se acercan lenta, pero inexorablemente. Ve el preludio de un día nevado. Sonríe feliz, siempre le ha gustado la blancura que emana la nieve recién caída. Sabe que hará mucho frío y por ello busca rápidamente algo con lo que tapar su joven cuerpo. Mira el calendario y una leve pesadumbre le recuerda que en esta Navidad seguirá estando sola. No se deja llevar la desidia de la soledad, quiere vestirse, ponerse muy atractiva para gustarse a sí misma, así que se viste, desayuna y sale a la calle en pos de atrapar entre sus manos al copito más tierno que fuera a caer del cielo, el copito de la vida, el del amor y la ilusión.

Texto agregado el 09-12-2003, y leído por 320 visitantes. (0 votos)


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