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Inicio / Cuenteros Locales / lorenzomontserrat / El cobertizo del amor(VI)

[C:1948]

Volvía la primavera ha hacer de las suyas. Unos fuertes relámpagos y segundos después, los característicos truenos que resonaban como tambores en guerra, ennegrecían aquel día en la granja de la tía Eugenia.

La puerta del cobertizo golpeaba fuertemente a los vaivenes del viento. Por la rendija de una de las ventanas entraba el agua de la abundante lluvia que iba cubriendo la tierra a su alrededor. El lodo que se acumulaba delante de la puerta había sido maltratado por unas pisadas débiles y temerosas, llenas de miedo y angustia.

Para calentarse y ponerse a tono sus dedos empezaron a rozar los pechos, cubiertos de una suave capa de jugo salibal , retorcían sus pezones a la vez que sus piernas se abrían más buscando un calor que de momento no había, pero esas manos fueron bajando por su cuerpo hasta llegar, entre lamentos y gemidos, hasta su sexo e introducirlos dentro y buscar el clítoris. Sentir que era lamido, chupado y absorbido por alguien. Sentir el placer de ser acariciada por otra persona.

-Sé que estas aquí zorrita y te encontraré. Anda guapa sal y tómame,no esperes a que tenga que encontrarte yo y encima te atice. Igual te gusta como a mí,¿Siiiiiiiiiiiiiiii.?

La voz de aquella mujer era bien conocida por la muchacha, que refugiada en el altillo detrás de unos sacos, se escondía para no ser descubierta y llevada a los placeres de la otra persona.
Seguía retorciéndose de placer estirada en el colchón donde días anteriores había albergado otros placeres con Verónica y el profesor Sandoval.
Sus lamentaciones iban en aumento; estaba a punto de llegar al éxtasis ella sola, se movía como un lagarto al sol en la arena del desierto, gritaba, gemía....

Verónica se abalanzó sobre la mujer llena de placer y empezó una lucha entre ambas, cuerpo a cuerpo. Las dos estaban desnudas. Se fueron empapando de agua y tierra, ensuciando cada vez más mientras seguía el forcejeo. Logró llevarla a sus redes y Verónica al final cedió cansada. Se dejó manosear, chupar, penetrar por la lengua y los dedos de su oponente. Morder los pezones, la lengua hasta sangrar. Ser agarrada por los pelos y arrastrada hasta caer de nuevo en el colchón y ultrajada sin piedad.

La lluvia seguía cayendo y golpeando el débil tejado del cobertizo. La puerta dejó de golpear con el viento que amainó. Las hondas pisadas en el lodo a la entrada se cubrían de agua. El silencio apareció por la granja, sólo alterado por esas gotas de agua en el tejado que no eran capaces de movilizar siquiera el alma de Verónica.

>continuará...
®Manuel Muñoz García-2003








Texto agregado el 07-02-2003, y leído por 308 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-02-2003 Guauuuuuuu, esto está tremendo jaajajjaa, muy buenooooo, másssss jajjaja, besitos, Ana Cecilia. AnaCecilia
 
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