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Megatom o de cómo las Gentes llegarán a fabricar una Estrella

de Pancho López


Habrá unas gentes que vivirán en una ciudad construida justo en medio del campo. Serán muy ingeniosas, mucho más que todas las que hayan habitado antes el mundo. Sabrán fabricar complicadísimas máquinas, las vestimentas más bellas y las casas más cómodas y confortables que se pueda adivinar. Para todo tendrán una solución. ¿Que no llueve sobre los cultivos?, pues harán llover. Y con esto basta para darse cuenta de su habilidad en hacer todo lo que sea menester.

Sin embargo, no estarán satisfechos. Cada año, al llegar el invierno, se preguntarán unos a otros si no será posible inventar algo que haga desaparecer completamente el frío. Estas gentes ya no querrán soportar las molestias de acostarse y volverse a levantar. Si eliminamos la noche, dirán, viviremos mucho más.

Algunos tomarán la costumbre de salir al campo para estudiar la noche y, de esa forma, descubrir cómo eliminarla. Pasarán largas horas mirando la oscuridad del universo y también las estrellas que son la luz del mundo.

Después de mucho mirar y pensar, mirar y meditar, llegarán a la siguiente conclusión. Como el mundo es noche y día, oscuridad y luz, invierno y verano, frío y calor, fabriquemos un pedazo de sol y habremos resuelto el problema. Y correrán al centro de la ciudad alborotando de tal forma, que todos despertarán y saldrán a la calle para conocer el gran descubrimiento.

¡Un Sol!¡Un Sol!¡Debemos fabricar un pedazo de Sol!

Según sus costumbres, colocarán bandos y proclamas anunciando la apertura de un gran concurso con un maravilloso premio para quien sea capaz de fabricar un pedazo de Sol.

Los personajes más extraños, los más inteligentes y sabios, se presentarán en la Plaza Mayor.

Uno se sentará en el suelo, sujetará con los pies una pequeña tablilla con un pequeño orificio en el que introducirá un palito y, ante el asombro general de la concurrencia, comenzará a hacerlo girar frotando las manos con gran energía.

Otro mostrará una especie de bicicleta con una sola rueda y anunciará que, pedaleando a gran velocidad, conseguirá acelerar los átomos hasta formar una reacción atómica en cadena perpetua, amén de otros inexplicables fenómenos posteriores.

Hasta una gitana traerá su bola de cristal. La encenderá mediante no se sabe que palabras mágicas, pero su luz no será suficiente.

Muchos otros intentarán fabricar el pedazo de Sol con los procedimientos más extraños e ingeniosos. Sin embargo, todos fracasarán.

Un día se presentará un curioso personaje de abundante melena, pequeños ojos escondidos detrás de gruesas gafas con montura de oro, barba puntiaguda y vestido con una larga bata de color blanco.

Soy Le Cientific, se presentará. Vuestro error es doble, dirá con voz chillona. El primero, pretender fabricar algo sin tener los conocimientos adecuados. El segundo, proponerse hacer un pedazo de Sol sin pensar que, de lograrlo, quedaríais todos abrasados de calor.

Ya que habéis gastado tanto tiempo estudiando los misterios de la noche, podríais haberos dado cuenta que es un pedazo de Estrella lo que necesitamos fabricar. Y esto, sólo yo lo se.

¡ Vamos, todos a trabajar! Necesito muchos ayudantes, químicos, físicos, matemáticos, informáticos, ajedrecistas, dibujantes, caldereros, fogoneros, algún adivino.

¡ Ea, manos a la obra!

Todos se pondrán a trabajar con gran ahínco. Después de muchas idas y venidas, de varios intentos fallidos y numerosos aparatos echados a perder, Le Cientific anunciará que la Estrella está lista.

Nadie faltará en la Plaza cuando Le Cientific oprima el botón rojo. Y quedarán boquiabiertos cuando la extraña construcción de acero, cristal y otros materiales hoy desconocidos, se encienda lentamente.

¡ Voilá! Se habrá hecho la luz. Todo será día y día. La oscuridad de la noche se habrá ido para siempre.

¡Voilá! Se habrá hecho el calor. Todo será primavera y verano o una sola estación. El invierno, con su frío y escarcha , ya no podrá volver.

¡Hela aquí, la pequeña estrella ha sido fabricada!, exclamará orgulloso Le Cientific. Una gran luz del color del día irá ganando espacio con sus rayos suaves y acogedores. Lo inundará todo, la ciudad, el campo, todo.

¡Yo te doy el nombre de Megatom! Desde hoy tendrás la misión de darnos luz y calor para evitarnos las terribles molestias del frío y la oscuridad, dirá el sabio.

¡ Megatom, Megatom, tus rayos que buenos son!, cantarán y bailarán las gentes locas de contento.

Desde ese momento nadie dormirá ni tendrá frío. Hasta los más perezosos perderán la costumbre de hacer la siesta. La alegría reinará por doquier. Todos descubrirán que el tiempo les alcanza para completar sus tareas. Los niños, especialmente, podrán hacer sus deberes escolares sin las molestias del sueño. Muchos se dedicarán a la música u otras entretenciones.

Con el correr del tiempo descubrirán que la luz de Megatom tenía otras cualidades. Además de eliminar el frío y la noche, esa luz casi mágica hará innecesaria la comida para mantener con energías el cuerpo humano.

¡La luz de Megatom alimenta!, correrá el rumor y todos irán a darle las gracias con nuevas fiestas y bailes en la Plaza Mayor.

Así andarán las cosas hasta que Le Cientific comunique que la estrella sí necesita alimentarse.

¡Materia, materia, traigan cualquier tipo de materia para nutrir a la estrella!, ordenará. Y todos se pondrán manos a la obra. Primero serán los abrigos, camas, colchas y estufas, cosas absolutamente inservibles. Después irán trayendo muebles, alfombras, tenedores, ollas y hasta las casas.

¡Materia, materia! Traerán los bosques y los prados.

¡Materia, materia! Traerán los ríos y las nubes.

¡Materia, materia, para alimentar a la estrella! Traerán el mar y las montañas.

¡Materia para que Megatom no se apague! Y la estrella digerirá, poco a poco, todo lo existente en la superficie del mundo.

Los animalitos del campo y los pájaros silvestres huirán lejos, muy lejos, y el mundo se quedará sin sus alegres trinos y silbos. Con las flores, las montañas y las casas, desaparecerán los colores. Así, a fuerza de alimentar la estrella, el mundo quedará todo luz y calor suave. Todo claridad y silencio. Todo sin ningún color.

Solo un gran desierto donde esas gentes ingeniosas, capaces de fabricar una estrella que elimine el invierno y la noche, andarán de un lado a otro, cabizbajos y tristes en busca de un poco de materia para alimentar a su invento.

¡Materia, materia! Se oirá la voz del sabio en todas partes. ¡Materia, materia...

Una vez, esas gentes, al tratar de conseguir algún alimento para Megatom, llegarán al pie de una gran montaña, en los mismos bordes del mundo.

Encontrarán un viejo de piel ajada y caminar despacio, vestido con un manto de vivos colores. Al otro lado, les dirá, hay un valle donde en otros tiempos vivieron indios y dioses, todos mezclados.

Las gentes se irán con el viejo. En aquél valle encontrarán árboles, pájaros, sonidos, flores, ríos, verde, animales, colores, calor y frío, noche y día. Se quedarán a vivir allí. Volverán a levantar casas, cultivar los campos y confeccionar vestidos para protegerse del frío. Los niños retornarán a la escuela con sus naricitas enrojecidas por el aire helado de la mañana.

Nunca subirán a la montaña con el fin de conocer la suerte corrida por Le Cientific y su estrella Megatom, allá en el medio de su desierto mundo.

Algunos saldrán al campo por las noches y pasarán horas contemplando, con atención, las estrellas.


Texto agregado el 08-12-2003, y leído por 289 visitantes. (0 votos)


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