Te contemplo, recostado en la arena
y tu imagen nimbada de cáscaras de sandía
jugos de todo tipo, envases de yogurt,
huesos de pollo, tarros de conserva,
tu figura entre todo ese desperdicio
pareciera levitarse contestataria,
pienso en tu estirpe que es la cruza perfecta
de la raza nativa y de las revistas de moda,
rubia esplendorosa, como tantas rubias
como tantas musas de vendedores de refrescos,
hombres que llevan el sol a cuestas
e incontables sueños en sus faltriqueras.

Tus piernas robustas, aptas para soportar el peso
de un bebé recurrente en tu barriga
piernas que no se hicieron para danzar,
chica sin misterios, sonrisa franca,
bella cuando juegas paleta con tu retoño
y cuando lanzas una carcajada al viento.

Juntaste moneda a moneda para comprar
ese bikini rosa que no te sienta,
falta trabajo en tu cintura, eres la hibridez
de un comercial mentiroso y tus anhelos,
te sumerges en esa playa gélida junto a la multitud
que retoza y se calcina en este verano colorinche,
eres feliz, compraste esa dicha breve,
estado que te durará un par de días,
luego regresarás a la ciudad en una micro atestada,
con gente melancólica, tan melancólica como tú.

Te veo correr en cámara lenta, fatigada pero dichosa,
olvidada de tiestos y fregaderos,
manos curtidas, liberadas del impío detergente,
ahora no tienes amos ni cuentas que rendir,
las olas lamen tus pies, te sientes dueña de ti misma,
el océano es tuyo, cristalino y gigantesco,
para que embarques tus anhelos en él, le coqueteas
y luego te cobijas en la arena con tu chicuelo
y juntos hacen un inventario detallado
de ese luminoso rosario de estrellas que titila en la noche.

Chica de cuerpo redondeado,
de curvas que no conducen al deseo,
ningún productor verá en ti a la diva,
pero el vendedor de helados te guiñará un ojo
y hasta es posible que hilen una conversación,
él después soñará contigo y tu arrojarás un suspiro
que se quedará anclado melancólico,
en esas arenas populares de Cartagena…