Por el hecho de que somos y de que en el somos cada cual es y debe ser para que seamos todos, todos los caminos llevan a un mismo punto al cual religiosamente se le conoce como redención.

Por el hecho de que poseemos nuestra propia naturaleza y de que la naturaleza está en armonía con otras naturalezas y de que esa es la naturaleza de todas las naturalezas, el camino que tomemos para que la armonía se dé no importa.

Pero somos seres todos en proceso de maduración.

Si tomamos el camino de hacer hincapié en las diferencias bajo argumentos de superioridad e inferioridad no pasará mucho tiempo para que aquellos que tomamos como inferiores nos lancen un buen golpe (porque son) demostrándonos que no somos tan superiores como creíamos y que si hay diferencias reales que no obedecen a prejuicios estas diferencias ocurren en una línea horizontal y no vertical como supone todo aquel que considera que su diferencia es signo de superioridad.

Las naturalezas diferentes son complementarias.

Pero, si tomamos el camino de la igualdad pronto notaremos que en un estado de igualdad ocurren diferenciaciones por más que se pretenda homogeneizar esa igualdad. En la igualdad de lo homogéneo surgirá lo heterogéneo y veremos finalmente que a pesar de la igualdad existen las diferencias. El gran logro consiste en percibir que en la igualdad las diferencias pueden necesitarse y coexistir.
Entonces la sociedad se convierte en una cosas sumamente creativa y dinámica en la cual se entiende que el es participa del somos y lo crea y que somos porque cada cual es (sí mismo).

Pero para alcanzar ese estado aún debemos madurar mediante el antagonismo, porque aún estamos en una etapa en la cual consideramos que si no pensamos igual no podemos ser amigos y que si somos amigos es para joder a alguien más que no piense igual a nosotros mismos. Si pensamos igual, si estamos de acuerdo, si somos iguales, los mismos, uno resulta ser más igual que el otro, por tanto siempre habrá un líder y un subalterno, porque sólo en una igualdad de modos de ser uno es mejor que otro porque se obedece a un modelo que no es uno mismo, y al obedecer a un modelo que no es uno mismo siempre hay uno que es mejor y otro peor, uno se acerca siempre más al modelo, uno recibe una medalla y otro dos. Esto ocurre entre los iguales que persiguen un modo de ser modélico. Y la fuerza que hace necesario que esto ocurra es el antagonismo. En otras palabras: necesitamos vencer a quien abiertamente piense distinto a nosotros, necesitamos unirnos para vencer. Necesitamos vencer para demostrar que nosotros somos mejores. Necesitamos vencer porque necesitamos luchar. Y necesitamos luchar porque necesitamos encontrar nuestra propia identidad. Cuando hallemos nuestra propia identidad dentro de un grupo de los mismos (dentro de un bando) intentaremos derrocar al jefe y entre nosotros mismos crearemos nuevos antagonismos buscando diferencias en nuestra igualdad, diferencias por cuya causa lucharemos…

Necesitamos luchar para hallar nuestra propia libre identidad.

Ni el mundo político ni el religioso (sin hablar de nosotros mismos) se libran de la necesidad de antagonismo, cada cual se crea sus propios enemigos y los usa a la vez que llama por adeptos para unirse contra el mal… luego, posteriormente, entre ellos mismos se dividen y repiten el fenómeno.

Es una necesidad.

Lo antagonizado permanece a veces silencioso y siempre existente hasta que finalmente seamos somos, ese círculo horizontal en donde cada cual pueda ser su propio ser (sin enemigos ni modelos) en armonía dinámica con todos los demás.

Creo que mientras tanto no hay más remedio que tomar caminos, quizás falsos caminos que, a ser tomados en serio, quizás nos lleven a algo verdadero. Estoy seguro de ello.