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Inicio / Cuenteros Locales / DONATIEN / EL ESPEJO DE UN ALQUIMISTA EL ALQUIMISTA DE UN ESPEJO

[C:18613]

Cada espejo es un enigma;
un enigma por medio de un espejo


Fuera de cada percepción no existe la materia;
Fuera de cada estado mental no existe el espíritu;
Tampoco el tiempo existirá fuera de cada instante presente.
BORGES



In memorian

R
ayando el alba y rompiendo aquel tiempo, el invierno se desnudo insinuoso y envolvió al castillo una inesperada mañana de verano; Con un sol mentiroso balanceado en el cielo viciosamente tranquilo y despejado, se dividió en un mar de luz por las callejuelas largas y rectas del pueblo que bordeaba al castillo; Aquel pueblo nacía de entre el reino de las sombras; de golpe la luz del sol rugía en los tejados, enumeraba las casas del pueblo y las describía en sus más íntimos detalles, y subía por la colina descubriendo más casas y más detalles.

La gente que se levantaba tarde y no había abierto las ventanas, salió con prendas de pieles ligeras, pensando y repitiendo: ¡Ese maldito invierno tardara en llegar!, y se estremecieron repentinamente al respirar y acariciar con su piel el aire helado que refulgía en el espacio.

Para la mayoría fue un mal día, porque ya no podían dejar para más adelante los problemas que los habían descartado y fatigado hasta ese mismo amanecer: conseguir leña y carbón, confeccionar ropa adecuada para aquel frío diluvio universal.

Pero hoy más tarde, parecía que algo distinto movía a aquella plebe: sus rostros blanqueaban con una ciega y fría mirada, la gente llenaba las aceras, con aquel dejar caer cansadamente los hombros; que no tenían ya esa apariencia por los abrigos y chales voluptuosos que trazaban contornos redondos y angulosos, más netos sobre aquellos hombros caídos, y los cuellos.... suntuosos se acomplejaban como el de la tortuga intentando refugiarse en su fortaleza; Y el Conde Lucio Balthazar, dueño del castillo tenia una sensación creciente de incomodidad.

El Conde Lucio, entendió que la gente lo odiaba y murmuraba musitando a sus espaldas; Pero él estaba seguro de lo que hacía, y también el los odiaba, odiaba a esa plebe de creyentes consumidos, siempre cargados de hijos y de deudas y de ideas incoherentes e inconclusas.

Hacia tiempo, que el Conde Balthazar, había comprendido quien era el pueblo, sino fuera conde habría muerto lapidado, quemado y hostigado por aquella manada de trogloditas inquisitoriales; No por nada era comparado con el Quijote por sus locuras. A parte, mujeres embarazadas llevaban una manada de hijos a sus espaldas, niños harapientos con las manos quemadas por las llagas de las ranas con las cuales jugaban en la fuente de la plaza del pueblo, jóvenes con sus rostros más que tostados por varios días anteriores de audaz exposición a los rigores del astro rey, eran soldados desempleados que no hacían más que caminar y contar sus fantásticas historias sobre el castillo y la vida del Conde, los adultos viejos del pueblo eran achacosos y padecían todas las enfermedades imaginables; En fin eran una multitud de llorones y descontentos a quienes sino se les pone freno, lo quieren todo para ellos y se convierten en una plaga insaciable de mal olientes langostas caníbales que quieren arrasarlo y devorarlo todo.

Pero el Conde Lucio Balthazar, es de una raza diferente a las demás: es un hombre alto y robusto, su piel es lisa y suave, sus ojos grandes y dominados se ven abigarrados por la gente, conserva una barba blanca descuidada y entremezclada de mechones todavía negros; Lleva encima un capote ancho con hilos de oro en el borde circular, además las prendas de su sencillo traje estaban algo raídas, pero sin una mancha y saltando de limpias, aunque de tiempo inmemorial se le conocía el mismo capote, chaquetón, chaleco y pantalones. A veces se interrogan en balde las gentes unas a otras a ver si alguien le había visto estrenar una prenda.

Pero hoy más tarde, es un día diferente, la multitud se encontraba increíblemente callada y el Conde que llevaba una bolsa negra no escucho ningún murmullo hostil que lo molestara. Es más allí en el pueblo irónicamente todos eran personas amigas, gente decente, con una sonrisa que se consumía en los labios y en la mirada (A caso era un génesis apocalíptico, no lo sé).

El Conde Lucio Balthazar Apuleyo Claës, es un alquimista consumado por la ciencia, fascinado por la hipótesis de la unidad de la materia y la transmutación máxima; había llegado a aquélla región sorteando los avatares de la guerra y la inquisición. Compro el castillo a un anciano de ojos celestes rodeados de arrugas, que exhausto por su vejez se encontraba casi paralítico y moribundo en una silla mecedora, observando y blasfemando sobre aquella plebe injuriosa, que no hacía más que murmurar y criticar satíricamente, el oficio y la afición de Melquíades, que había decidido no salir del castillo hasta que alguien le ofreciera una oferta por el.

Cuando el Conde Lucio Balthazar, le ofreció al anciano Melquíades diez lingotes de oro por aquel colosal Goliat de piedra, el anciano se movió con una fuerza increíble sacudiendo los lazos de su mimética y moribunda parálisis; sus ojos relampagueantes expresaban su increíble e indescifrable satisfacción, sus dedos se agitaban con desesperación y sudaba copiosamente, fue entonces cuando su mirada alcanzo a la del Conde, como si fuera un rayo y agradecido manifestó su triste alegría, fue entonces cuando sus cabellos se erizaron, sus arrugas temblaron, su rostro se animo con el gozo de un espíritu de fuego –incandescente- y un grito evocaba a Arquímedes: ¡Eureka! ¡Eureka! y el anciano Melquíades sobresaltado, tomo los diez lingotes de oro de las manos del Conde, y desapareció como un fantasma asustado.

Pero hoy más tarde, el septuagenario químico movía sus pensamientos al ritmo de sus músculos, en la caminata por aquella realidad terriblemente aburrida. Tan pronto empezaba ha sentirse alegre cuando la angustia se apodero del mar impenetrable de su ser –no ser-, se detuvo sintiendo una extraña agitación hecha de temor, la cual era insaciable y egoísta; introdujo su mano en la bolsa negra y expuso al exterior un pequeño espejo de oro, recuerdo de un joven amigo (juventud amiga).Tal vez era eso lo que quería el Conde: mirarse en el espejillo; y así apareció sin disfraz un ojo hinchado y enrojecido, luego las mejillas hechas costras de pelo blanco y gris, después los labios secos y la piel agrietada como si dejara entrever el vacío abismo de su alma, el cuello.... Pero el Conde Lucio Balthazar hubiera querido verse en un gran espejo de oro, verse entero en el fin. Hacer girar aquel trocillo de espejo de oro, para ver su cara parte por parte, no le satisfacía.

En ese instante de fulgor la conciencia del Conde Lucio, se turbo, las cosas del mundo exterior se volvieron vagas y desaparecieron; El Conde Balthazar, empezó a desconfiar, y una voz extraña le dijo: ¡Mantente en guardia!, la aparición no es más que una parte fundamental de ti mismo, sino lo comprendes, es un espectro, sin consistencia, un ladrón que consume tu exterior.

Los ladrones roban...si...roban la fuerza del alma, atrayendo como fuegos fatuos al pantano de una esperanza engañosa (a caso será la alquimia, no lo sé) que deja en las tinieblas y desaparece para siempre.

El Conde, lucho con sus enemigos mortales, arrojados del infierno de su propio cuerpo y con los cuales lucho por el dominio (acaso el del espejo de oro, no lo sé).

No pueden vivir fuera de la vida,-murmuro el conde-, si los venzo se hundirán y se convertirán en instrumentos mudos y dóciles que se podrán emplear según las necesidades de un alquimista (acaso quería subyugar al pueblo, no lo sé).

Hay tiempo para todo e incluso para que los tiempos se junten, y el Conde Lucio Balthazar, se encontraba encima de un corcel de madera, entonces fue arremetido de encima de este por su fuerza y sintió que la cuerda le apretaba el cuello, cerrándose la garganta como un puño y los huesos crujían, haciéndose trocitos; Y sus ojos se salían de los contornos circulares y un grito sordo enardeció la plaza desierta del pueblo: ¡Existe un fin! Y entretanto la oscuridad se iba espesando en aquel desierto; desierto porque aquella plebe no había ido, ni siquiera a ver morir al Conde, siendo este su ultimo experimento final, es más no entendieron que el Conde Lucio, era un ser..... legendario porque ha sufrido la transmutación máxima.

El acto del Conde Balthazar es un misterio dionisiaco, en donde y a partir de un ritual iniciático, los cuerpos pasan de la vida a la muerte y de la muerte a la transmutación; es aquí cuando el alquimista y mago al final de su “trabajo” sobre la materia advierte, según la leyenda, que se opera en la misma una especie de cambio transmutable; una panacea irremediablemente aniquiladora y una piedra filosofal descubierta sin sustancia:
¡Mucho más común y perfecta que el oro!.

JONATHAN ALEXANDER ESPAÑA

Texto agregado el 30-11-2003, y leído por 220 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-09-2009 ¡Qué vergüenza! Ha plagiado por lo menos un pasaje de Juan Valera casi palabra por palabra. pneumosido
10-08-2004 Me impactó el pasaje en el que el conde Lucio se enfrenta al espejo, a ese ladrón de sí mismo. Buen texto. Tiene mucho de filosofía, aquella que proclamas. Te saludo. Una pregunta Donatien: ¿por qué no seguiste escribiendo? yamilethlq
04-12-2003 Me parecio excelente, necesita una segunda lectura sofiasol
03-12-2003 Es muy interesante tu relato pero debo volver a leerlo. Te mando un saludo desde Bs.As. nikita
 
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