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Regreso al pueblo que me vio nacer, y donde pase unos veranos inolvidables. Allí conocí a dos de mis mejores amigas de temporada. Aprendí a bailar en las fiestas con charangas. Me atreví a salir lidiando con las vaquillas. Pasee por caminos solitarios, donde uno se siente insignificante anta tanta belleza. Aprendí a amar la naturaleza. Sentí el canto de los pájaros, el sonido de las hojas de los arboles mecidas por el viento. Conocí a mi primer amor, y en una hermosa arboleda di mi primer beso.

Y ahora regreso, con la esperanza en mi interior de poder volver a vivir aquellos hermosos años aunque solo sea en el recuerdo.

La ilusión se torna desilusión. No conozco el pueblo, pensando que será la primera impresión comienzo a recorrer sus calles. Solo algunas casas parece que me son familiares. Todo ha cambiado tanto, que me resulta increíble que siga llamándose con el mismo nombre. Casi creo que me he confundido, si no fuera por la iglesia que es la misma de antaño. Pienso que quizás sea por lo avanzado de la tarde-noche, por lo que veo las cosas tan diferentes. Decido esperar al día siguiente.

Al amanecer despierto temprano. No quiero perderme lo que tantas veces he soñado. Salgo buscando mi querida arboleda, aquella en la que por primera vez sentí que el mundo estaba vivo. No la encuentro. En su lugar hay unos adosaditos muy nonos que supongo habitados. A lo lejos se ve asomar el sol, como si quisiera por lo menos que no me fuera con toda la desilusión dentro. Disfruto viendo como avanza, entre las lejanas montañas que hay detrás de las nuevas construcciones de hormigón.
Sigo buscando algún lugar que me sea familiar, mis pasos se encaminan donde supuestamente están mis amadas eras, aquellas que tantos secretos guardaban. Tampoco están. Un olor intenso a madera recién cortada llega hasta mi, indicándome que en el lugar han construido un aserradero.

Doy la vuelta por los alrededores, esperando encontrar algo conocido. Queda muy poco de lo que yo recuerdo. Algunas casas, y poco más.
Me detengo en la que era de mis abuelos paternos. Mi madre me dio la llave, no quería que me fuera sin pasar a verla. Esta si se conserva como antaño. Solo con entrar ya tengo la sensación de haber retrocedido. Entro en la cocina, grande y espaciosa. Veo a mi yaya haciendo las pastas para llevarlas después al horno, mientras mi yayo se toma un vino contándole los pormenores del día. Todo esta como mas o menos quedo cuando ellos se fueron.
Subo hacia las habitaciones. Yo tenia cuarto que compartía con mi hermana. Me tumbo en la cama, el colchón es de lana y me resulta extraño. Miro en la mesita que separa las dos camas, al abrir el cajón encuentro una de mis tantas patas de conejo, las coleccionaba y aun queda una que acaricio con gusto.
Al salir al corral, veo que aun se conserva el gallinero y la conejera, típica de todas las casa de aquella zona. Me acerco y abro el compartimento donde normalmente estaban los conejitos. Me veo con mi bata de flores, y como en un descuido de los mayores “no me dejaban acercarme”, una de las crías va rápidamente a parar a mi bolsillo, me voy disimulando sin saber que mi yaya si me ha visto. Era una de mis pasiones, por las que tantas veces me reñían.
Termino de recorrer toda la casa. Ahora si estoy satisfecha. Acaricio en mi bolsillo la pata de conejo. Suspiro, como me gustaría que no hubiera pasado el tiempo.

Texto agregado el 28-02-2006, y leído por 428 visitantes. (17 votos)


Lectores Opinan
29-01-2007 muy buen texto. totalmente identificado con tu sentir. ayernomas
29-06-2006 Hermoso relato!! ant
02-04-2006 ¡Que grande es la nostalgia!.Sabes?,es lo único que tiene fuerza de verdad, ese contacto con el pasado y todo lo que encierra: personas,animales, paisajes, aromas... Incluso para nosotros mismos; porque ya se sabe:cuando ya no tengamos futuro siempre tendremos pasado. Excelente, amiga mía, pese a que el materialismo nos intente robar los recuerdos. tabor
13-03-2006 ya quisiera yo poder regresar a ese lugar que han derribado los años y los edificios nuevos... Por lo pronto me conformo con sentir lo mismo, pero en mi memoria... Panteras-Regularis
12-03-2006 Hermosos recuerdos, se percibe cómo te acarician el alma llenándola de calidez. Has descrito muy bien el sentimiento de bienestar, y es que basta un lugar, unas costumbres, una vida y personas allegadas que la llenan de alegría, para sentirse muy a gusto,en el sitio adecuado y en el momento adecuado. Me ha gustado mucho este cuento.***** claraluz
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