Pues qué quieres, hija, yo a la juventud de ahora no os entiendo. Estaré chapada a la antigua, lo reconozco, pero las cosas tienen que ser como lo han sido siempre. Que con tanta igualdad y tanta leche os estáis dejando ganar el terreno y ni os dais cuenta. El hombre es como es y la mujer también. Y no me vengas con que los científicos dicen que biológicamente el hombre es tan inteligente como la mujer. Aunque tal cosa ni tú te la creas (no hay más que verlos a los pobres), no me refiero a eso. El tema es que en una sociedad decente tiene que haber cierto orden. Lo importante es la familia y hay que conservar los roles: el hombre en casa, haciendo las labores domésticas y cuidando de las niñas, y la mujer trabajando para traerse el jornal. ¿Adónde vamos a llegar si no? ¿A la anarquía?

La verdad, no sé ni de qué se quejan. Aquí nosotras currando todo el día, sacrificándonos para ganar el sustento de la familia mientras ellos se quedan tan ricamente en casa, con sus cosas y sin tener que aguantar a la jefa, ni depender de un horario, sin más que las sencillas obligaciones que se les pide. Ya quisiera yo tener su buena vida: llevar a las niñas al cole si son pequeñas, arreglar un poco la casa, hacer la comida y luego toda la tarde repantigados en el sofá, viendo su partido de fútbol de las cuatro y los programas de cotilleo sobre si la Princesa ya tiene novio o la indecente de Borisa le mete mano a la presentadora. Porque eso de la televisión es otra, hasta de ella se han adueñado. Una llega destrozadita de la oficina, con ganas sólo de cenar algo y sentarse a ver alguna película romántica antes de ir a dormir, y resulta que ahora lo único que echan son películas de tiros y sangre. ¡Como si la tele sólo la vieran los hombres! ¿Y el sábado pasado? ¡Un partido de fútbol a las nueve de la noche! ¿Te lo puedes creer? Si es lo que te digo, que nos están comiendo las papas y nosotras de idiotas les dejamos.

Pues eso, que por mí muy bien me quedaba en casa, pero la nación no se va a levantar sola, las mujeres tenemos nuestra responsabilidad y no vamos a esperar a que ellos lo hagan, estaría bueno. Ni pueden ni saben. La familia tradicional, eso es lo que ha sustentado siempre este país. Mira a tu padre, por ejemplo. ¡Eso sí es un hombre! Tan hacendoso, tan bueno... ¿Qué digo bueno? ¡Un santo! Vaya, tiene sus caprichos de hombre, como todos: que si le compre un taladro que vio en la teletienda, o que le pague una liposucción para quitarse barriga, o que a veces se queja de que ya nunca lo saco a cenar por ahí. Y en eso tiene razón, ¿ves? Es que llego tan agotada al fin de semana que a una le cuesta cumplirle el gusto, no apetece más que descansar un poco. Pero las bobadas esas no me importan, son hombres ya sabes, de vez en cuando hay que darles una alegría para tenerlos contentos.

Por lo demás es un esposo ideal, aunque tan sólo fuese por lo bien que os ha criado. Os ha llevado siempre con mano recta pero amorosa. Y cuando lo desquiciabais de más, ahí estaba yo para pegar un grito. Así es como funciona una familia de verdad: el hombre criando pero la mujer llevando las faldas en la casa. El carácter ya os lo damos por los genes y pariéndoos, la educación debe llevarla el padre. Nosotras sólo intervenir si hay que poner los puntos sobre las íes, que a veces os miman demasiado.

Pero bueno, lo que te decía al principio: no entiendo el mundo de hoy en día. Me parecen patéticos esos grupos de machistas con sus manifestaciones y llorando por igualdad de oportunidades. ¿No se dan cuenta de que el hombre no es igual a la mujer? Diosa nos hizo diferentes y así debe ser.

Ayer, por ejemplo, dieron en las noticias que en la Universidad de Toronto se graduó el primer hombre abogada (o abogado, que así dijeron). ¡Ja! ¿Y qué persona con dos dedos de frente se va a dejar defender por un hombre? ¿Cuál va a ser su método? ¿Enseñarle el bíceps a la jueza a ver si se la camela? Aunque bien pensado igual funciona, que ya se sabe que por el sexo nos tienen pilladas. Y desvergonzados hay muchos por el mundo ahora, no hay más que ver a todos esos perdidos de las películas de la tele, enseñando las nalgas cuando no la otra cosa.

Lo que yo te diga, hija, que no sé hasta dónde vamos a llegar, que esto se ha convertido en un pandemónium y acabaremos por cargarnos la Tierra como dejemos que ellos tomen las riendas. ¿Acaso somos animales? Dime. ¿Acaso lo somos?