Paseo a la luz de la luna, a través de una carretera que parte del fin de la noche.

Escapo completamente de mí, esperando que las cabezas caigan, antes de hundirme en el gran sueño.

Trato de incendiar la noche y bailar sobre el fuego. Me gustaría saber qué es lo que ocurre... así que abro aquella puerta que separa la lo conocido de lo desconocido.

Descubro la orilla del mar. A unos pasos, con los ojos cerrados, tus manos escurren arena y el océano conspira una armadura. Quisiera que nos ahogáramos esta noche, mientras nadamos bajo la luna; pero la anonimidad crepuscular me muestra tu sustento.

La fiebre hierve la sangre. Traspaso todas las puertas del anochecer. Me escondo en esta historia para revelarme mejor. Busco con desesperación alguna mano extraña que me saque de éstas órbitas ciegas, solitarias e impotentes, para atravesar, sin temor, del otro lado.

Me duele dejarte libre, porque sé que nunca más me seguirás. Así que abro una puerta tras otra. Con el fin de encontrar la calle del amor y dejar atrás aquellas noches en que procurábamos morir; y por fin, descubrir el tiempo en que los sueños engendran la realidad.