Tras un encuentro que alegre se alargó; inflamado, deleitoso; asombrados de la tersura con que se aliaron sus pensamientos y la suavidad con que se frotaron sus palabras; tras amarse gentilmente y saberse aptos para blandir sus espadas ante cualquier destructor de ilusiones y propósitos, él mira su reloj con la sanguinolenta certeza de que volverá de súbito a la realidad. "Oh, qué tarde que es, inadmisible ser tan descuidado". Del bolsillo de su abrigo saca un revólver y a su cabeza dispara un certero tiro. Ella se despide y se aleja, todavía sonriente.