Mi vida se ha quejado por décima vez, he tropezado con la misma piedra y he caído en el mismo suelo. Ahora estoy en medio de un torbellino y doy tantas vueltas en él, que he decidido que es hora de pisar suelo firme.
Siento mis pulmones apretados en medio de dos grandes colmenas llenas de abejas listas para atacar. Pero con estupor levanto la mirada y encuentro una salida.
Una dura y angustiante letanía me espera para continuar, quizás el camino sea más fácil ahora que encontré un pedazo de cielo en el asfalto.
Ojalá sea el restante, el que me falta en los pies para caminar, por que de pedazos nunca he carecido, lamentablemente han sido los innecesarios, algo así como la piedrita que apreta en el zapato.
¡Que cambios se producen a diario en la vida!
Recuerdo haber leído un poema llamado "Marionetas", no me pregunten el autor, por que se le había atribuido a Gabriel García Márquez, pero finalmente el desmintió esto último.
Esta parte del poema me quedó grabadísima.
"Si por un instante Dios se olvidara
de que soy una marioneta de trapo
y me regalara un trozo de vida,
posiblemente no diría todo lo que pienso,
pero en definitiva pensaría todo lo que digo."
Es algo que tiene la esencia de la vida misma, claro que a lo que mi vida respecta le cambiaría una palabra: "Pensaría todo lo que hago."
Si pensaramos todo lo que hacemos, la vida perdería cierta gracia, pero también es cierto que en realidad debemos arriesgarnos para lanzar la caña hacia el otro lado. Quizás es lo que en realidad me falta. Un cambio real, uno de 180º, algo que estremezca mi existencia, un remezón de vitalidad y novedades. Algo a lo que nunca he querido mirar abiertamente. Algo contrario a lo que hasta ahora ha sido mi ideología.
La necesidad de conocer me ha abierto las puertas a cosas que jamás imaginé, pero ahora necesito la tranquilidad de un espacio íntimo y lejano, que exista solo en la pequeña distancia que queda entre tu y yo.