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Patricia era delgada desde que los recuerdos venían a su más tierna memoria...

Un día, Patricia decidió romper con los moldes de la sociedad, y volverse gorda. Pero no solamente gorda, sino MUY gorda. Como no hay libros sobre el arte de engordar (aparte de revistas y libros para criadores de ganado vacuno y porcino), Patricia tuvo que recurrir a su creatividad. Primero que todo, debía evitar comer mucho en frente de su familia, porque ellos nunca entenderían su "absurda" empresa. Cuando casi todas (si no todas) las personas buscan adelgazar, Patricia quería ir en contravía de los estereotipos de la sociedad consumista. Para comenzar, Patricia hizo una tabla, donde registraría sus cambios de peso. La primera medición arrojó un valor de 55 kilogramos. Teniendo en cuenta que Patricia medía casi 1.7 metros, su peso estaba un poco por debajo del adecuado.
Nadie sospechaba las oscuras intenciones de Patricia en el colegio. Sus amigas, que afectuosamente la llamaban Patty, envidiaban su extrema delgadez. Incluso, pensaban que era anoréxica o que padecía de algún desorden alimenticio. Pero no, Patty no padecía de ningún desorden alimenticio, simplemente, era uno de esos pocos seres afortunados que no engordan como el resto de los mortales.
Aquella mañana, una soleada mañana del mes de Julio, Patty comenzó con su nueva "dieta" de engorde. En vez del usual cereal light que solía servirse al desayuno, esta vez decidió hacer unos waffles, y rocearlos de miel, mantequilla y mermelada. Al almuerzo, decidió comerse una pizza, en vez de la usual ensalada y carne magra que comía al mediodía. A la comida, atracó la despensa, llevándose unas donuts, y un croissant. El primer día se sintió un poco enferma, pero pensó: "Ese debe de ser un efecto normal por el cambio tan reprentino de dieta. Mañana, seguramente amaneceré mejor, y podré seguir con mi regimen." Y así sucedió.
Al día siguiente, Patty amaneció mucho más alentada, y lista para seguir cebándose de comida.
La primera semana, nuestra protagonista no percibió cambios notables en su fisiología femenina. Tal vez, notaba que la barriga le había crecido un poquito, pero el efecto no era admirable a simple vista. Se necesitaría contar con la privacidad de su novio, Esteban, para darse cuenta de esos pequeños, y casi imperceptibles cambios. Pero él, de alma soñadora y disposición artística, notó los cambios que habían acontecido en su novia. De improviso, le preguntó: "Patty, mi amor... te noto un poco más rellenita el día de hoy... ¿será que has estado comiendo de más?". Patty, un poco apenada por lo inesperado de esa pregunta, le respondió, "No, claro que no. Lo que pasa es que he tenido inflamado el estomago, y por eso parece más abultado..." Esteban no se creyó del todo la historia, pero guardó sus dudas para sí mismo.
Las semanas pasaban, y Patty se daba cuenta de que su cuerpo estaba de hecho cambiando. Primero fueron las nalgas y la cadera, después vinieron los muslos, y por último, su barriga se agrandó como un globo inflable. De 55 kilos, pasó a 60, después a 65 y ahora se encontraba en 70...
Sus amigas se empezaron a dar cuenta de los repentinos cambios que acontecían en la morfología de Patricia. Primero, pensaban que se trataba de un cambio hormonal o algo por el estilo. Pero después, creyeron que Patty estaba sobrealimentándose, tal vez como resultado del estrés o la tensión del estudio. Decidieron, cautelosamente, preguntarle el por qué de esas anomalías. Pero Patricia seguía con el mismo discurso que le dio a su novio: "Lo que pasa es que he estado enferma del estómago, y se me ha inflamado". Ellas, no muy convencidas de esa versión, decidieron espiarla. No fue difícil darse cuenta de que Patty, de hecho, estaba ingeriendo más calorías de las que gastaba.
La madre de Patty, por otro lado, decidió suprimir las grasas y los carbohidratos del menú doméstico. Pero Patty, ni corta ni perezosa, comía dos veces: una en la casa, y otra, por fuera en cualquier restaurante de comida rápida.
Los meses fueron pasando y las cosas se ponían difíciles para Patty. Ya toda la gente estaba consternada con los cambios en su fisiología. Sus profesores mandaban constantemente cartas a sus padres, para cuestionar la alimentación que le estaban dando a su hija. Ellos, en medio de la desesperación, decidieron llevarla a un médico gastroenterólogo, a un endocrinólogo, y por último, a un psiquiatra. No obstante, Patty seguía firme en sus propósitos.
Ya ella no era la delgada y "atractiva" mujer del pasado, sino una fémina robusta y rolliza. La ropa que usaba al inicio de la susodicha "dieta", ya no le quedaba bien. Los senos se habían agrandado hasta parecer inmensas sandías colgantes. Sus nalgas eran ya tan grandes, que Patty no podía ir al cine de personas de talla normal, porque su cola simplemente no cabía en los espacios.
Ahora, Patty pesaba 120 kilos, y consideraba que aún estaba lejos de la meta que se había propuesto. Curiosamente, su novio no parecía molestarle la gordura de Patty, sino que, en cambio, los innumerables pliegues y "llantas" que salía de su cuerpo, como las cabezas de una Hidra, lograban justamente el efecto contrario. Esteban se excitaba sólo con ver la voluptuosidad de su novia. Nunca su miembro viril había estado tan erguido. Y Patty, se percataba mucho de esto.
Patty no almorzaba ya en sitios para personas "normales" sino en buffets y restaurantes donde las porciones fueran amplias. Esteban no lamentaba gastar mucho dinero en la alimentación de su amada, por el contrario, él le alcahueteaba su voraz apetito.
Al año de haber comenzado su dieta de engorde, Patricia ya pesaba 150 kilos. Era inmensa. Parecía como un hipopótamo embutido en una estrecha camisa de fuerza. Y, no contenta con su inmenso tamaño, ella seguía consumiendo la comida que tres o cuatro personas "normales" habrían podido consumir.
A los dos años, ya Patricia pesaba 300 kilos... No podía casi moverse de la cama, porque su colosal peso la atraía irrevocablemente a la Tierra. Odiaba la fuerza de gravedad, porque ella anhelaba poder flotar en el agua, como una ballena, y moverse grácilmente, a pesar de su tamaño. Esteban, seguía alimentándola, como si se tratara de un cerdo o una vaca. Ya Patty no comía la comida en platos, sino en baldes. Su comida no se compraba en porciones comunes y corrientes, sino que la orden se hacía por libras. Una libra de carne, una libra de helado, una libra de chocolate, una libra de queso...
Al cabo de unos años, ya Patricia estaba totalmente inmóvil en su cama. Con un peso de 400 kilogramos, ya le era imposible levantarse. La cama había sido reforzada con acero, para que no colapsara bajo su inmenso peso. Esteban estaba más feliz que nunca, porque él pertenecía a la "secta" de los Feeders, o personas que encuentran profundamente excitante el hecho de engordar a otras personas. Patricia sería su Feedee, o una especie de Conejillo de Indias.
Una cosa que yo, su narrador, nunca pude averiguar es cómo hacía Patricia para hacer sus necesidades biológicas. Si no podía ni siquiera levantarse de la cama, ¿como diablos defecaba y orinaba? Por más repugnante que suene esa idea, no deja de ser una incógnita para mí...
Al final de sus días, Patricia había ganado varios records mundiales de consumir la mayor cantidad de helado, pizza, perros calientes, y demás delicias de la comida rápida. MacDonald's la premió por ser la cliente que más hamburguesas se había comido en su vida. Cuando Patty enfermaba, era necesario mandar a llamar una grúa, porque ni siquiera 10 personas juntas lograban moverla de su cama. Algunos intentaron "rodarla" como un tonel por el piso, pero seguía siendo demasiado pesada. Patty y Estaban tuvieron dos hijos (no me pregunten como lo hicieron), los cuales nacieron sin ningún problema. Al morir Patty, de un coma diabético, o alguna enfermedad relacionada, Esteban decidió donar su cuerpo a la ciencia. Ya que no cabía en ningún feretro, y Esteban no deseaba que las lombrices vivieran a costa de su esposa, le llevó el cuerpo de su amada a un grupo de científicos, expertos en hiper-obesidad, que vivían en la oscura selva africana. Lo que no sabía Esteban, era que aquellos científicos pertenecían a una tribu de caníbales. Con la abundante carne y grasa de Patty, los caníbales lograron alimentarse y vivir por algún tiempo. Aún hoy en día, si alguno de ustedes (mis queridos lectores) va a la parte septentrional de Africa, en un pueblo remoto, de cuyo nombre no me quiero acordar, cada año se conmemora la gran "comilona". Patty es considerada como una especie de deidad pagana, para aquellos seres primitivos, porque ella y sólo ella, logró alimentarlos y permitirles sobrevivir, en medio de una de las peores sequías que asotó la región...

FIN

Texto agregado el 02-02-2006, y leído por 6749 visitantes. (39 votos)


Lectores Opinan
04-12-2012 Ups.... hipérbole absoluta no? gfg
02-12-2009 uuuuuuuuuuuuuuuuuu se pasò, se sentò con tiempo a escribir y pensar bien el contexto. Bueno que quiere que le diga, buenisimo, me encantò aunque bien absurdo el novio, pucha que la querìa para mal. Un abrazo lmarianela
22-07-2009 jajaajajaja, muy bueno, irónico y con un final algo surrealista. Me gustó mucho. http://www.blogdeltiempoqueseva.blogspot.com/ ciclotron
10-04-2009 haz perdido el rumbo de la historia n poc más allá de la mitad; como si decidieras de buenas a priemera terminar el relato a costa de pura invención. alghyrak
13-01-2009 Que grata sensación deja leer un buen relato.Te felicito. Se ve que estás comprometido conla lectura. marimanda
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