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Mi nombre es Andrés Casamayor, y hace mucho tiempo que trato de entender algo que no sé porque ocurre y mucho menos porque me esmero en entenderlo. ¿Un poco complicado?. Me explico:
Les contaré que al momento en que comenzaron a sucederse los hechos que me afectan tenía yo veintiocho años de edad, trabajaba, tal como ahora, en el Instituto Nacional de Estadísticas, INE, un servicio público dependiente del Ministerio de Economía y que tal como su nombre lo indica está dedicado a elaborar las estadísticas oficiales del país. Bueno, aquí trabajaba yo, estaba cursando el quinto semestre de Ingeniería en Informática en jornada vespertina. Soltero, sin hijos y sin ningún compromiso serio. A decir verdad, hace mucho tiempo que solo estaba dedicado a estudiar y a cumplir mi trabajo lo mejor posible.
Debo agregar que afortunadamente el trabajo en el INE, a diferencia de otros servicios públicos, es bastante dinámico. Esto porque para elaborar los diferentes indicadores que aquí se calculan se debe recoger constantemente información, por lo que existe una importante dotación de personal destinado a conseguir esta materia prima y llevarla al INE. Gente de terreno. Mi labor en ese tiempo era la supervisión del trabajo de un grupo de estas personas. Lo realizaba yo en forma tranquila, hasta que...
Estaba yo un día cualquiera de principios de Marzo en plena faena laboral, es decir revisando formularios, comparando, haciendo anotaciones, etc. , cuando instintivamente miro hacia fuera de mi despacho y veo caminado por el pasillo que da a las escaleras una mujer joven que no llamó mayormente mi atención salvo por el hecho de nunca antes haberla visto. La volví a ver nuevamente cuando bajó las escaleras.
Al día siguiente se repitió exactamente el mismo acto, ella pasó por el pasillo, subió las escaleras y a los quince minutos las bajó, pero esta vez me miró y me saludo con un leve y elegante movimiento de cabeza. Alcancé a detenerme brevemente en su rostro y notar cierta luminosidad que irradiaba de él, también pude notar sus preciosos ojos color calipso que hacían perfecto juego con el negro azabache de su cabello. Me propuse abordarla al día siguiente.
Cuando subió las escaleras salí al pasillo con el pretexto de fumarme un cigarro. “Buenos días” - le dije – “me llamo Andrés Casamayor, ¿Es usted nueva aquí en la sección?”. “Sí” – contestó – “Comencé el lunes pasado. Soy la nueva secretaria de Don Gastón. Mi nombre es Laura. Mucho gusto”. Este sencillo acto bastó para comenzar la más hermosa relación romántica que he tenido en mi vida.
Primero fueron las conversaciones de pasillo, luego compartir los almuerzos he ir juntos al banco los días de pago. Laura era lo que siempre busqué y nunca encontré. Era perfecta para mí, un poco más baja que yo, con una figura para todos espectacular, y con uno de los rostros más hermosos que he visto en mi vida. Aún vivía con sus padres, nunca había tenido un gran romance, era titulada de contabilidad del Duoc y había llegado al INE cuando se abrió una postulación para un proyecto relacionado con el Censo. Dentro de la oficina fue poco a poco dándose a querer debido al excelente trabajo que realizaba, a su buen trato, su gran simpatía y al hecho de mantenerse siempre al margen de cualquier comentario.
Sin que yo mismo me diera cuenta me fui poco a poco enamorando de Laura. Los fines de semana se me hacían interminables pues no la veía. ¡Como ansiaba que el Lunes llegara pronto para poder verla y admirarla!. Cuando cada día la veía asomarse por las escaleras con su rostro luminoso, su boca perfectamente pintada, su alegre sonrisa que mostraba unos dientes blancos como la nieve, mi corazón daba un vuelco y recién ahí comenzaba mi día. Para satisfacción mía, todo en Laura me hacía pensar que sentía, por lo menos, algo de simpatía por mí.
Pasaron así dos meses. Un día estábamos almorzando después de ir al banco por nuestros respectivos sueldos. Laura estaba más bella que nunca. Sin que pudiese evitarlo me puse a mirar el hermoso lunar que tiene justo donde comienza la suave colina de sus pechos, y que subía y bajaba con cada respiración de ella. Hipnotizado por la belleza de su piel y por el secreto que se escondía bajo su blusa, caí rodando cuesta abajo por el hermoso abismo de su escote, de pronto, sin saber como, la razón entregó el dominio de mis palabras al corazón y este habló a través de mí y le dijo a Laura ¡cuánto la quería¡, ¡cuanto soñaba con ella!. ¡Le dijo que desde que la conoció los fines de semana tenían noventa y seis horas!. ¡Que hace muchos Domingos no dormía producto de la ansiedad que le provocaba saber que el Lunes la vería!. ¡Que se avergonzaba de si mismo de verse poseído por semejante amor como si tuviera nuevamente quince años!. ¡Que desde un tiempo a esta parte podía sentirla cuando se aproximaba al INE aunque viniera a diez cuadras de distancia!. ¡Le dijo que podía verla con absoluta claridad en la multitud del paseo ahumada!. ¡Que reconocía sus pasos en la escalera aunque viniera subiendo junto a veinte personas más!. ¡Que daría lo que fuera por un roce de sus labios, por tan solo un roce de sus labios!...le dijo que la amaba.
Laura rompió en llanto. “Discúlpame” – le rogué avergonzado – “No quise incomodarte. Por favor olvida todo lo que he dicho”. Desesperado me puse de pié para marcharme cuando Laura me detuvo por el brazo, tomando mi mano se la llevó a los labios y mientras la besaba con devoción me dijo simplemente – “Yo también te amo”.
Pasó el tiempo y cada día fue siempre mejor que el anterior. Nos entendíamos a la perfección. Íbamos al cine, al teatro cuando podíamos y al Club de Jazz por lo menos una vez por mes. Se la presenté a mi familia quienes de un principio la adoraron, ella me presentó a sus padres, que eran campesinos venidos ya maduros a la ciudad. En un principio mi condición de empleado público no les pareció del todo bien, apreciación que cambió muy pronto cuando la perspectiva de mi pronta titulación les quitó la angustia por la futura estabilidad económica de su única hija.
Detengámonos un momento. Hasta aquí iba todo muy bien. Para resumir, nos casamos con una gran fiesta a la que asistió gran parte del INE. Yo terminé mis estudios y logré con el tiempo un puesto importante dentro de la institución. Laura es ahora mi secretaria, pero solo media jornada pues el resto del día lo ocupa en atender a los gemelos. Sí, tuvimos un hermoso par de niños que ya tienen tres años. En resumidas cuentas sería desde todo punto de vista una vida feliz y realizada.
Digo “sería” porque existe un pequeño pero significativo inconveniente que evita que mi felicidad sea total y plena; y este es que mi psicoanalista, el Dr. Jacque, hace mucho tiempo que insiste en que mi nombre no es Andrés Casamayor, que nunca me he casado y menos he tenido gemelos, y que jamás he trabajado en el INE.

Texto agregado el 01-02-2006, y leído por 179 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-11-2006 Simplemente genial! Tu estilo que me pearece a veces un tanto familiar, pero no por eso deja d ser muy original... MrsBloom
01-02-2006 E X T R A O R D I N A R I O!!!!!! HERMOSO CUENTO,PERFECTAMENTE DESARROLLADO. INCREIBLE FINAL. surenio
01-02-2006 ¡¡¡estas confundido es el Dr.Andres Casamayor, que no quiere que Jacque conozca a Laura, ella en realidad ya tuvo mellizos con un tal señor leftraro shhhh no se lo cuentes a nadie, a ver si no pueden trabajar juntos en el INE, seria lamentable ***** monica-escritora-erotica
01-02-2006 jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaj un mundo hecho a la medida segun las circunstancias, que bajón, bueno, por lo menos fue un gran sueño lapluma
 
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