Me queda de los días
esta sucia demencia
que guardo entre algodones.
Cuando quiero pararme,
casi siempre una mano
me golpea de lleno
en mi desolación.
De la fragancia de la rosa
solo me quedan las espinas,
que igual que las palabras,
se me clavan lentamente
en el medio de este corazón
agujereado.
Me queda de los días,
la agonía multiplicada
por mil
la quietud
arropándome
como una mortaja eterna.
No me hables de las distancias,
mi alma comúnmente,
se aleja de mi cuerpo
en los amaneceres
y vuelve por las noches,
atormentada por los sonidos
incompletos
que le llegan desde todos los espejos.
Me queda de los días
esta sucia demencia,
que me devuelve al mundo
que yo nunca elegí .