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DESCANSO XII


El rostro del pecado



No, del gran autor no se puede decir que fuera clemente con los propios antes de su muerte ni con los extraños en el momento de la misma. Los primeros, porque hubieron de sobrellevar, hasta la consunción, lo que se conoce como larga y penosa enfermedad. Los últimos porque conocieron la nueva del fallecimiento en la culminación de la canícula más atroz.

Y coincidieron allá en el cementerio bajo las brasas de un sol vengativo. Los hombres de la cultura y del saber, algunos de talla mundial, los políticos, hombres consagrados u hombres rampantes, todos temibles. Raposas del mundo del espectáculo y raposas de ámbitos cualesquiera. Altos y bajos, todos , en fin, los desiderata de la sociedad.

Los medios de comunicación reclamaron y obtuvieron su ración mas que cumplida y no faltaron la anécdota precisa, la frase exacta, el recuerdo emocionado o la alabanza hiperbólica. !Tantos a costa del muerto estrecharon unos lazos que en vida nunca existieron!

Al despedirse el duelo y a pesar de la contención, reinaba cierto aire de jolgorio, pues en el fondo la muerte ajena produce alegría. Muchos ,sudorosos, se habían despojado de sus chaquetas y con las corbatas aflojadas más parecían venir de una capea o de una buena tarde de toros.

Llegado fue el momento de las grandes necrológicas, la reposición de películas basadas en los textos del escritor, las biografías noveladas, los documentales...

Vanidad de vanidades pues si grande, indiscutible, era el talento de aquel hombre, la persona quedaba muy por debajo del personaje. Todos sabían que eran notables su crueldad y su grosería. Instalado en su no disputada condición de genio hacía gala de glotonería extrema. Además orinaba cuando y donde le placía con micciones rubias, sonoras y abundantes al uso de las vacas.

Ya todos se preguntaban por la monumental herencia. Los derechos cinematográficos fabulosos, el museo, la fundación, las ediciones de lujo, la edición Nóbel, las ediciones princeps, las obras completas, los libros escolares, las posesiones.

En su última entrevista, enigmático, el genio declaró poder morir tranquilo pues había logrado ser un hombre fecundo doblemente.

Muchos pensaron que aparte de fecundo por su obra quizá viviera algún hijo desconocido, fruto de sus juveniles andanzas. Mas al fin se supo que había muerto intestado originando un gatuperio con el reparto de los bienes y litigio entre los derechohabientes.

En Saqqara , Egipto , existe una galería que alberga las tumbas de los bueyes sagrados. Es más que probable que allí acudiera a buscar la inspiración el escultor encargado del ostentoso mausoleo.

Nadie sabe que ,en efecto, fue doblemente fecundo pues su genio había inventado el octavo pecado capital, conocimiento que se perdió con su muerte pero que marcó su cara y así pudo legar a la humanidad dos cosas únicas en verdad: su obra inconmensurable y su rostro inmundo.

Texto agregado el 09-12-2005, y leído por 147 visitantes. (0 votos)


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