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Inicio / Cuenteros Locales / gui / La redundante vez en que pareció que Dios hablaba desde las insondables alturas

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En la anchurosa e inmensa pantalla del extremadamente ancho, anchísimo cielo cenital, parecieron de pronto abrirse súbitamente las algodonosas nubes, prietas en su contenido acuoso como si fuesen enormes ubres de una rumiantesca vaca que pastaba porciones de celeste cielo, mientras contemplaba con sus bovinos ojos la lujuria pecaminosa de los pecadores que hacían de las suyas en esta tierra belicosamente beligerante y siempre dispuesta a trenzarse en una bacanal de combos, chopazos,bombazos y disparos que darían lugar más temprano que tarde a una guerra confrontacional de inmensas proporciones. El egoísmo y la avaricia eran auspiciados incluso por las pacíficas instituciones pacifistas que pregonaban la paz y la pacificación de todos los seres humanos, habitantes todos de esta esfera maravillosa que poco a poco había sido devastada hasta dejarla convertida en una redonda cloaca repleta de excrementos e insensateces. Se separaron las nubes, digo, al igual como antaño se separaron las aguas del Mar Rojo que permitieron el bíblico paso de Moisés y su esperanzado pueblo. Este fenómeno se produjo –no podía ser de otra manera- sobre las cabezas de millones de estadounidenses que repararon en el hecho por una simple casualidad azarosa, ya que en esos momentos tronó sobre sus testas el motor de una avioneta que volaba a ras de los elevadísimos rascacielos, promocionando una oferta de exquisito trozo de chicken rostizado más un vaso de Coca Cola por la módica suma de tres centavos de dólar. Los neoyorkinos repararon entonces en ese espectáculo apabullante que los dejó estupefactos. Una voz de trueno se elevó sobre todo sonido, ensordeciéndolo todo y se la escuchó modulando un correcto inglés que inflamó de orgullo el pecho de los chauvinistas habitantes del norte de América. La voz retumbó, propagándose estentórea por todos los ámbitos y dijo:-“Soy Dios. Ha llegado la hora de decirle a toda la humanidad que nadie debe poner en duda mi existencia ya que existo desde siempre y para siempre”. Los gringos, emocionados hasta las lágrimas, escucharon el mensaje y aunque echaron de menos la música de fondo que siempre se escucha en las grandes películas fílmicas detrás de las más epopéyicas escenas, sintieron que en realidad eran predestinados a ser los legítimos voceros del Magnífico Hacedor. Ya no eran los extraterrestres, ni King Kong, ni Godzila, quienes asolaban la gran nación ni tampoco era una inundación de mares ocasionada por la caída estrepitosa de un gigantesco meteorito, sino el mismísimo Dios en persona que, enterado acaso de esa paranoica fijación de los estadounidenses de sentirse el ombligo de cuanto trascendental suceso aconteciera, decidió dejarse ver en ese espacio vacío propiciado por las nubes algodonosas que se habían abierto para descubrir una pantalla de millares y millares de kilómetros, de tal suerte que la barbilla del Grandísimo se perdía en el anchuroso horizonte y sus patriarcales barbas parecían enredarse en la antena del Empire States.
Esto bastó para que los miles y miles de numerosos neoyorkinos que abarrotaban la importante ciudad, se arrojaran de bruces al piso para prosternarse ante aquel que refrendaba su existencia con apoteósica fanfarria y sin mezquinar recursos de ninguna especie.

Después de esto, todo cambió radicalmente para la humanidad y los hombres se empeñaron desde entonces en ser más justos y ecuánimes ante la evidencia que existía realmente un Dios que les había dicho con sus propios labios que era un ser palpable. Por eso, los traficantes de estupefacientes abandonaron esta sórdida y pecaminosa actividad para dedicarse a propagar el Mensaje Divino a mil dólares el volumen, los asesinos en serie abreviaron sus crímenes a un solo capítulo, incluso un hombre que estrangulaba a su mujer, la liberó de sus aceradas garras y cuando intentaba reconciliarse con ella, la fémina le descerrajó cinco tiros y huyó con su amante, consagrando ambos sus almas a ese ser omnipotente que parecía sonreírles desde el cielo.
Todos los hombres fueron mejores desde entonces, ya sea por convicción o por simple imitación, puesto que los Estados Unidos son referente obligado de todos los pueblos que pueblan la tierra y por lo tanto la Fe se transformó en Certeza hasta en los puntos mas alejados y apartados del globo, los gobernantes se juramentaron a ser más justos y generosos con sus pueblos y todas las religiones desaparecieron para crear un nuevo y universal credo que adoraba sin discusión a esa Divinidad que por un instante se anunció sobre el anchuroso cielo de Nueva York, obnubilando la soberbia de las castas oligárquicas y haciendo sonreír satisfecho a ese imaginativo creador de efectos especiales que había ideado tan magno y ejemplarizador proyecto…










Texto agregado el 09-12-2005, y leído por 320 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
12-12-2005 Excelente! Como todo lo que escribís y realmente Dios no tuvo mejor lugar para presentarse, porque como vos acertadamente decís, desde ese país se maneja el ejemplo de todos los países. Lamentablemente. Un enorme beso para vos y otro para ese especialista en efectos especiales que logró cambiar el mundo, ojalá ocurra, sería bueno. Mis estrellitas. Magda gmmagdalena
09-12-2005 Sólo les falta inventar a Dios. Pero cualquier cosa se puede esperar de esos cerebros pensantes exacervados para la recogida del dolar. Fina ironía y buena narrativa es la que nos ofreces en este nuevo amanecer de la "Divinidad". ***** graju
09-12-2005 uisssss¡¡q bueno, hacía tiempo q no te leía, no tengo perdón, besosss i mis 5* monilili
09-12-2005 Excelente sentido del humor. El experto en FX ¿no se llamará Chávez? castillo
09-12-2005 estas bien pérdido del mundo, nosotros los mexicanos podemos hacer lo mismo este 12 de diciembre en plena basílica de Guadalupe ... pero nadie nos quiere pelar por hacer oidos sordos a los emisarios clasemedieros: "Si méxico fuera territorio gringooooo, seríamos potencia mundiaaaaaal." ?vees? por eso me pregunto: y, dónde está el converso?. Yo propongo que Leslie Nilesen sea nuestro próximo predicador invitado al santuario guadalupano. De ahí sabremos quien tiene la razón: la clase media de izquierda o de derecha. No te enojes esto es solo un comentario y un saludo. vonluthor
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