La penumbra cubría con un manto piadoso la palidez de su rostro.
Sabía que alguien allí, del otro lado de la adoquinada calle, la estaba observando listo para dar el golpe de gracia.
Trato de cubrirse el pecho con los jirones de su vestido, pero fue en vano.
La agitada respiración la delataba mientras volutas de vapor escapaban de sus fosas nasales.
Asomo tímidamente su rostro y vio una fugaz sombra ocultándose tras un montículo.
Debía esperar, pero sabía que esto le era imposible.
Tenía los segundos contados.
Nadie la podría ayudar.
Tosió, y gotas de saliva y sangre enlodaron lo que quedaba de su vestido.
Tenia que hacer el intento.
¿Debería tenerle miedo a quien la esperaba agazapado del otro lado de la calle?
No lo sabia, ¿o si?
Su suerte estaba echada.
Cerró los ojos por un instante y trato de beberse de un solo sorbo todos los recuerdos que pudieran contenerse en tan poco tiempo.
El reloj seguía marchando, inexorable, implacable.
Un nuevo acceso de tos, y esta vez la sangre corrió por la comisura de sus amoratados labios.
Haría el intento.
¿Qué más daba?
Si lograba correr lo suficientemente rápido podía llegar al destino deseado.
Se preparo.
Se quito de un manotazo lo que quedaba del vestido y así, desnuda, dolorida por las heridas que surcaban su cuerpo, hizo el intento.
Corrió, pero la sombra la alcanzo a los pocos pasos.


“la muerte esta tan segura de vencer que nos da toda la vida de ventaja”

Pascal