Unas gotas de lágrimas, serán suficiente pócima de orgullo…
Con ellas seré libre al fin, por no desvelarme más en noches de angustia, por no necesitar tu aroma para llenar de olores mis pulmones y de aire mis neuronas, logrando acariciar las heridas de un par de poemas que había dejado olvidados, un poco en mí y en el tiempo tan mal distribuido en tus labios… ahora puedo entonces, aplicarle mascarilla a la espera, que más de alguna vez me dio vergüenza, sin el riesgo de que las aves comiencen a hacer nidos en mis cabellos dormidos, sin el riesgo de verte caer de pedestales de espuma concentrada y resbalosa…
Libre al fin para culparme y contradecirme, cuantas veces lo desee, pues tu mirada nada provoca en mis bellos, ya no atacas con deleite mis hormonas…
Ese par de lágrimas egoístas hasta conmigo, sucumbieron en la dureza de tus palabras, convirtiéndose de pronto en un mar de fuegos que de pronto, abrasaron hasta lo que venía a incubarse cual larva confiada espera su momento…cenicientos restos de un amor no consumado, vivido hasta el período máximo, justo antes que la manzana se estrelle patéticamente contra el suelo… hoy bailas… perdido en las discordias, con tonadas lúgubres que te restan pasos y enmudecen tus palabras sueltas. Estás con otra, y no con ella, estás con la nada, vestida de gala, sin saber por qué de pronto ves un parche en su mirada, un clavo saliendo, una máscara de sonrisas faltas de afecto, vecina del fuego, y escasa del cobijo que tanto buscaste en las horas conmigo. Ya el caldo del olvido me sabe a vida, deshago mis trenzas y peino con mis dedos la sonrisa que se había enredado en tus piernas, y ato a mis fibras la dignidad que tenía atrapada en un perro de felpa junto a mi cama… no quiero beber demasiado, este menestrón puede convertirse en un antígeno y no quiero volver a amar lo que me hace daño, suficiente tuve con tirar las lentejuelas de mis ilusiones a la basura, cegarme ante el verde canto de los grillos de esta noche reposada, ver en ultratumba mis proyecciones secas y duras, ser una princesa más con la piel de cáscara rasgada por el tiempo. El sol de la mañana quizá te encuentre desnudo, quizá halla visto tus manos tocándola, pero bastará que vuelvas a oler mis pasos lejanos, para comprender que perdiste entre otras cosas el rumbo de tus días, y verás mis lágrimas en tus ojos, será tu propio mar el que acabe llevándote en contracorriente sin poder reconciliarte con la voluntad y sin sentir por última vez la compañía de la piel fresca que traigo puesta. ¡Qué delicia de brebaje he preparado!
Te invitaría a probarlo… pero para las amarguras de tus errores necesitas el estómago vacío, pues arrojarás violentamente por la boca los “te quiero” que me negaste, junto con la manzana y un par de pelusas del can que yace muerto bajo mi cama.