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Sobre la creación del mundo

Havia una vez un mundo sin sol ni luna. La tierra y el mar aun no se habían separado, y el cielo era una manta que lo cubría todo. Un tiempo en que la oscuridad aun no era oscura, y no había ni frío ni calor.
Un día, en este mundo, aparecieron dos luces muy brillantes que al llegar al suelo se transformaron en dos hermosos niños. El primero en llegar era pálido como la luna, sus cabellos eran del mimo color que la plata y en sus ojos se podía ver el color de la noche. Al verlo, el cielo se alegro mucho ya que hasta el momento se sentía muy solo. Así, al verlo, el cielo lo bautizo como Llust.
El otro niño, en cambio, era rubio como el oro. Sus ojos tenían el color del día y su sonrisa cálida como el sol. El Cielo estaba muy contento, porque nunca mas se sentiría solo. El cielo decidió llamar al segundo niño Llast.
Los dos niños trajeron la luz al mundo, y así, de golpe, la oscuridad empezó a ser oscura, y por primera vez apareció el frío y la calor.
A los niños les encantaba jugar al escondite entre las sombras de la oscuridad, hasta que un mal día Llast se perdió. Llust se entristeció mucho porque Llast era su único compañero de juegos. Estaba tan y tan triste que empezó a llorar y llorar. EL cielo, nunca había visto llorar a nadie ya que hasta entonces nunca habían conocido la pena, decidió subir todas las lagrimas al cielo y colgarlas de su capa para que con su brillo Llust pudiera encontrar a su amigo. Entonces, el mundo tenia ya un poco de luz, y Llust se puso a buscar a su amigo. Separo la tierra del mar para ver si se había caído dentro, pero no estaba allí. Siguió corriendo por todos los mares y continentes que había formado al separar la tierra del mar hasta que al fin lo encontró sentado y llorando, pero como Llast tenia la calor del sol todas sus lagrimas se evaporaban y subían al cielo como nubes. AL reencontrarse, se abrazaron tan fuerte y con tanta alegría que la tierra tembló de la emoción y de ella nacieron todas las plantas del mundo. Pero se abrazaron tan y tan fuerte que sus cuerpos se quebraron en mil pedazos esparcidos por todo el mundo. De todos sus pedazos nacieron los animales del mundo que salieron corriendo alimentados de la alegría del abrazo que los había creado. De sus corazones, en cambio, nacieron todos los niños del mundo que desde entonces reparten la felicidad que les dieron los dos niños.
Pero el cielo, muy apenado porque Llust y Llast eran casi sus hijos busco sus almas por todo el mundo y las subió con él al cielo. A la alma de Llust la convirtió en la Luna y a Llast en el Sol. Así, desde ese momento, los niños tendrían luz de día y de noche y así no se podrán perder nunca mas en la oscuridad. Así, desde ese momento, Llust ilumina la noche por oscura que sea, y Llast, de día, vigila que ningún niño se pierda de nuevo.


Mireia Garcia

Texto agregado el 28-10-2003, y leído por 57046 visitantes. (1 voto)


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