Así me imagino a un ángel, siempre contigo; regordete, robicundo y de sonrisa fiel. Que te acompañan en triunfos y fracasos, con quién tienes la confianza, aún y cuando lo desconoces.
A quién quieres sin importar, al que no necesitas ver junto a ti, para saberte protegido por su manto.

Para mi, tú, eres un ángel.

Siempre has estado presente, aún sin percatarme; acudiste en mi auxilio el día de mi muerte y por eso me duele tanto herirte, por no haber aprendido a quererte.

Para Laura, porque, aunque creas que no pienso en ti. Aún vives en mí.

Julio 1997