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El café cortado

Comencé a laburar cuando tenía trece años, justo después de acabar la primaria. Mi madre no podía saciar las necesidades de los dos y me vi obligado a contribuir con los gastos. Decidí buscar un trabajo durante el día y dedicarle la noche a los estudios del colegio secundario.
Conseguí un trabajo en un bar del centro de la ciudad. Al principio era lavacopas y me encargaba también de los baños, después de un tiempo me pusieron a servir las mesas. Debido al buen lugar en que se encontraba el bar, los clientes eran mayoritariamente gente de un buen nivel social y económico. Empresarios con teléfonos celulares durante la mañana y viejos lectores del diario por la tarde que eran más que generosos con sus propinas. La clave de la fortuna estaba dada por mi simpatía, siempre con la sonrisa en el rostro para ganarme las monedas de los extraños.
Llegó empapado a las ocho en punto de la mañana, con su sobretodo, sus zapatos salpicados de barro y el portafolio bajo el brazo. Todo producto del fuerte chaparrón. Se sentó en una de las mesas cerca del mostrador y me pidió un café cortado. Habrá estado allí durante veinte minutos, hasta que la lluvia cesó. Pagó y me tiró un par de monedas más. Antes de irse, intercambiamos miradas, y me dio la sensación de que lo conocía de toda la vida.
Volvió al día siguiente, a la misma hora, sentado en la misma mesa cerca del mostrador, y otra vez me pidió un café cortado. Mientras aguardaba el pedido, sacó de su portafolio un block de notas y una lapicera. Escribió. Desde lejos lo observé cuanto pude, me era extremadamente familiar, pero estaba seguro de que nunca lo había visto. Traté de curiosear sus anotaciones pero me fue inútil. Cada tanto me cruzó algunas miradas. Nada perturbaba su concentración hasta que el crujir de un vaso estrellándose contra el piso lo hizo alzar la vista del papel y marcharse, no sin antes clavarme una mirada perdida.
Durante mes y medio visitó el bar diariamente, siempre a la misma hora, la misma mesa y el mismo pedido, un café cortado. A esta altura me irritaba su presencia cuarentona. En especial su mirada, penetrante. Culpable. Sus ojos lagrimosos. El clic de la lapicera cuando comenzaba a realizar sus misteriosas anotaciones. Y siempre, cada vez que lo veía volvía a sentir aquella sensación.
En una ocasión se retiró al baño y me fue posible acercarme a su mesa, e donde reposaba su block de notas. Me acerqué disimuladamente y lo tomé. Había poca gente en el bar y nadie lo notó. Arranqué la primera hoja, la misma en la que desde que llegó aquel día, sigue anotando su secreto. La plegué en cuatro y fue directamente al bolsillo de mi pantalón. Volvió y recogió sus cosas. Se marchó sin darse cuenta de nada. Del otro lado del vidrio lo vi cruzar la calle, giró hacia mi un instante y prosiguió. Se alejó.
Pasaron las ocho de la mañana del siguiente día. De la mesa cinco me encargaron un submarino y café cortado. Dos señores bien trajeados. Mientras costaba el café volteé la cabeza unos noventa grados. La mesa estaba desierta, el hombre misterioso había roto su regularidad. Recordé la hoja plegada en mi bolsillo. La tanteé, seguía allí.
Por supuesto que ya había generado mis sospechas. ¿Y si este hombre fuese mi padre?. Tendría las agallas de presentarse frente a mí así por que sí. Fingiendo estar arrepentido de su locura. Puede que halla dejado el block de notas encima de la mesa a propósito para que estúpidamente yo lo tomara. No lo sé.
Durante dieciocho años, solo hemos sido dos, mi madre y yo. Nadie mas que nosotros para cuidarnos, y nadie mejor que ella para que guiase mi camino.
Tengo entre mis manos la verdad y la misma sensación de antes. Creo conocer la respuesta a mi pregunta aunque no tenga la certeza de la misma.
El viento sopla, arrastra las hojas secas de los árboles tiradas en las veredas. Con ellas se mezclan pedazos de confesión de un hombre que sólo él y tal vez mi madre conocen. Se van perdiendo en una esquina. La otra fuente de la verdad se encuentra en mi casa pero tampoco le preguntaré a mi madre si conoce la respuesta.


Texto agregado el 26-10-2003, y leído por 358 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
26-03-2006 ***** laquesoy
10-04-2005 Me encantó, me gusto mucho el final muy bueno es conmovedor. Buena historia mis estrellas para tí. exae
30-10-2004 Buen final! orlandoteran
09-10-2004 Muy bueno. Vlad_Temper
23-02-2004 De acuerdo con Sorel, tiene magia esto, no me dieron ganas de llorar, solo una sensación de pena, de querer saber y no. Se trata de una historia de alguien anónimo que pudiera ser cualquiera, eso y tu forma de contarlo lo hace bello burbuja
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