EL BAILE DE LAS CUCARACHAS

El Cucaracho de postín daba vueltas con su maletín en la pista de baile. Jóvenes cucarachitas corren a danzar con él. El Cucaracho para. Las mira con ademán indolente. Tensa el abdomen mientras se suena los mocos llenos de polvo y guaca y acercándose a ellas les indica la barra del bar. Toma su vaso lleno de algo con hielo y agitándole el culo al recipiente con altiva manera comienza a recitar su verborrea. Dice que a su vecina del quinto le piensa sacar los cuartos y a la del tercero podría entrar con segundas para primero darle caña en la entreplanta y por último en el sótano. Las cucarachitas ríen porque el tipo es muy gracioso pero sobre todo porque no saben qué es lo que contiene el maletín que tan sujeto lleva. Mas creen que lleva algo que mucho las seduce e interesan.
Bromean. Invitan a otra copa al cucaracho. Él, apoyando los codos superiores sobre el mostrador asiente con premura y alegría pues piensa de ipso facto que ha llegado el momento del ataque sexual. Ellas no pierden punto y lo entretienen unas con morbosas insinuaciones mientras que las otras se desplazan sigilosamente hasta la espalda encorvada del entusiasmado Cucaracho y, sin que éste se dé cuenta, se disponen a abrir el maletín con cuidado infinito.
Entre las risas y los sobos de aquéllas, él no nota el clic que precede a la apertura de la cerradura y que pone enseguida al descubierto el secreto que guarda. Paralizadas por un momento no dan crédito a sus ojos y con creciente desatino van transmitiéndose el mensaje a través de sus antenas:
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Furiosas pero disimuladas, con precisa estrategia van sitiando al infeliz, que embobado, prosigue con su despliegue táctil ignorante de todo en su estúpido existir. En un momento queda atrapado entre las numerosas patas de las mismas que mientras lo condenan lo devoran repitiendo de forma acusatoria: ¡No contiene nada! ¡El maletín no contiene nada! ¡No contiene nada!


Ángeles Gómez