En Mi Urna
Es una escena improbable.
Mis brazos arrojados a las arenas de un río. Un perro graznando mi ubicación en la otra orilla. La gente no lo comprende, no hablan el idioma de los perros. Pero el perro no se va. Mi cuerpo suspendido en el agua se aleja de las extensiones que me permitían agarrarme de las cosas. Si lograra salir del agua, sobreponiendo un coraje absurdo a remolinos y turbulencias, hecho en perspectiva imposible, no habría logrado nada. Aún conservaría mis piernas, pero no tendría donde ir, no sería bien recibido en ningún lugar. Mi cuerpo vagaría inútil por la tierra, despreciado por los humanos.
Sé que mientras corra el agua aún estaré a salvo. Pero puedo ver mi destino escrito en el cielo, sobre las nubes. El río se secará, el perro cruzará y devorará mis brazos desamparados, para vomitarlos después en un lugar desconocido, hechos una sola carne, de la que se alimentarán sus hijos. Luego volverá por lo que quedó de mí. Hará muchas cosas sobre mi cuerpo, a la vista de todos, de todos los que se congregarán en aquella orilla de aquel río, que antes estuviera desolada y escondida para todos. El perro se marchará con algunos pedazos de mí entre los dientes, y sonreirá, lo hará por gusto, nadie se lo podrá pedir, es un perro feroz y todos le temen, pero aún así él lo hará. Lo que quede después de eso, mi corazón y algunas tripas, será depositado en una urna y arrojado por los hombres en el precipicio más hondo.
Es una escena improbable, pero ya voy sintiendo el rumor de las aguas que se acercan, ya me voy sintiendo prescindible, ya voy sientiendo el infecto aroma del animal que me vigila, perro, mujer o buitre, pendiente de mi respiración, buscando los despojos de mi impotencia.
Ahí voy yo, en esa urna, en mi urna. |