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Parecía que a Arthuro le acosaba una enfermedad extraña porque cada vez le interesaba menos la televisión. Parecía entonces que una fuerza maligna o que una influencia negativa lo estaba separando inexorablemente de la familia. Silenciosamente se negaba a ocupar la silla de silencio, su rincón de comentarios despectivos, de risas tontas estentóreas, de burla silenciosa a su líbido. Su lugar de estar allí.

Y no se podía estar en otra parte sin hacerse notorio, sospechoso. Sin suscitar comentarios.

Negarse constituía una ofensa para los demás. Para los que compartían.

Si viviese en otra parte... Si tuviera... Si pudiese..., y tener sólo significaba desear tener más. Si tuviera... Si pudiese...

Esbeltos cuerpos rubios sin cabeza. Aparaticos que cantan y bailan solos. Para poder compartir: para poder hacer reir a los demás. Todos sintiéndose magníficos con la vida en la mano. La vida que vibra. Para poder metérselo bajpo la falda de la novia del otro. En secreto, como si así dos pudieran huir.

Huir de eso mediante eso es la salvación si pudiera... si tuviese... Compartir es estar sometidos bajo una fuerza más poderosa: La fuerza de nuestras creencias, de3 entregarnos a lo que nos acostumbramos a creer.

Afuera los grillos cantan y las perras en celo se mueren de soledad, todo el resto es superficial, artificial y falso.

Todo el resto no existe

Y no existe nada más


En las calles caminan personas cubiertas de un manto, parecieran que llevan velas: es la fuerza de sus almas. Si los buscas no los ves: llevan mantos. A veces parece que el lenguaje es insuficiente para una comunicación: llevan mantos. Descubrir el silencio es lo que se intenta, en ausencia de toda expresión: frío como una máscara de hierro: llevan mantos. Fijarse implica la transformación del entorno: su comprensión en paz, la comprensión del entorno mediante el ser que se halla frente a ti en esa conección de acero frío de estómago a estómago: lleva un manto. Sabe: los dos se ven de reojo; están allí: llevan mantos

Parecía que a Arthuro le interesaba cada vez menos la televisión. Demonios en las nubes. Acero frío en el estómago con un rostro inexpresivo... que se piden y que se dan. Que desaparecen (para un sueño), que transforman el entorno, que exudan sus hormonas para la realidad, en silencio. Que callan y desaparecen.

Texto agregado el 06-11-2005, y leído por 86 visitantes. (0 votos)


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