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Cuando se despertó le tomó unos segundos descifrar si se había quedado dormida en la tarde y ya era de noche o si era de madrugada y ya debía levantarse. Se dio cuenta de que era lo segundo y saltó de la cama pensando “Hoy lo voy a ver…” Así que se levantó, todavía con trabajos para abrir por completo los ojos, y caminó hacia el baño, para comenzar a arreglarse y empezar su día. Era algo tedioso tener una rutina –pensó mientras el agua caliente le rociaba el cuerpo- pero así nos han acostumbrado a llevar la vida; rutinariamente. Es una pésima ideología reforzada con argumentos tan debatibles como “La rutina es buena porque te da un orden”…como si por un día que no hicieras las cosas en el orden que estás acostumbrado todo perdiera sentido. ¡Lo patético es que la gente la seguía! “Por favor por favor no me pidan que desayune antes de bañarme porque mi día se revolvería todo. Por favor por favor no me pidan que haga las cosas pensándolas pues estoy acostumbrado a hacer todo mecánicamente…” Eso era la rutina y nada más, hacer las cosas por costumbre. Ella trataba de evitarla y aún así caía en ella, aunque sea un poco, sin notarlo.

Salió de bañarse y tomó lo que primero que su clóset quisiera escupirle ese día. No le importaba mucho la ropa que usaba. Ella sabía que era bella sin muchos adornos encima. Maquillaje, joyas y tacones eran cosas de las que carecía. Confiaba más bien en su cabello (largo hasta las costillas) que siempre llevaba suelto, en su nariz pequeña y recta y en el café claro de su piel.

Cuando el reloj ya había avanzado unas cuantas horas, notó que a su ventana la azotaba un viento necio pero también la traspasaba un enorme rayo de Sol. Viento y Sol, al mismo tiempo… Se paró frente a la ventana a contemplar la vista que ésta ofrecía. ¿Era eso que aparecía en el cielo un arco iris o una nube cargada de lluvia? El día había comenzado tan extraño… Parecía que el clima le daba un silencioso consentimiento a sus deseos. Volvió a pensar en que hoy lo vería y las preguntas llenaron su mente una vez más: ¿Debía hacerlo o no? ¿Estaría bien siquiera pensarlo, siquiera concebirlo en su mente? Lo amaba, de eso estaba segura. Entonces, ¿qué la detenía? La piel se le erizaba de sólo imaginar que lo haría.

Él llegó, impuntual como siempre. Ya se había acostumbrado a eso, pero internamente le seguía molestando. Lo hizo pasar y le sirvió agua mientras lo observaba. No podía decir con certeza si estaba bañado o no, pues daba el aspecto de no estarlo, pero al acercársele pudo percibir el olor a jabón y crema. Hacían lo que fuera cuando estaban juntos, casi nada era planeado. Igual iban a las pirámides igual se quedaban en casa a comer helado. Era espontáneo y eso es lo que le había gustado de él desde el principio. Eso y sus ojos verdes. Y hace muy pocos días se dio cuenta de que la había hecho amarlo. Con todas sus manías y cualidades combinadas, ahora lo amaba. Lo había descubierto y ahora estaba la gran duda… ¿Debía hacerlo o no? Muchas dudas la habían asaltado pero al final, después de haberlo pensado con detenimiento, decidió hacerlo. Y después de haberlo hecho descubrió con sorpresa que no se sentía arrepentida. Que raro, ella tan acostumbrada a cargar con la culpa aún cuando no fuera suya…



Tantas restricciones al respecto…Las había roto y lo había disfrutado. Él, ella y sus olores fueron lo único que hubo en ese momento. Y no se hubiera necesitado nada más. ¿Pensamientos? No, en ese momento sólo se concentraba en lo que experimentaban sus sentidos. Después de haber llevado el amor a su máxima expresión, de haber cometido el más grande acto de amor, ella no podía hacer nada más que mirarlo. No se cansaba de contemplarlo; sus negrísimos cabellos cayéndole sobre la frente, justo arriba de los ojos tranquilamente cerrados que escondían un verde iris hipnotizante y la boca entreabierta. “Te ves tan perfecto…” le susurró al oído, aunque sabía que no la oía. Hasta parecía estar adorándolo. No supo cuánto tiempo se pasó así pero supuso que bastante, porque cuando subieron al auto, el cielo ya estaba empezando a tornarse anaranjado.

Sonrió sin querer cuando encendió el auto. Él le había enseñado a manejar. Tenía recuerdos suyos por todas partes, él estaba presente siempre. Mientras conducía por la recta carretera a 120 Km. /h, sentía sus cabellos revoloteando en el aire, estrellándose contra su rostro, desordenadamente, furiosamente. Eso le hacía pensar en el amor: tan desordenado, tan inclasificable como indescriptible, caótico. ¿Alguien le puede poner un orden al caos? ¿Alguien le quiere poner un orden al caos?

- Tal vez por eso es porque el amor te hace tan feliz. – le comentó a su pareja, que venía sentado en el asiento del copiloto- Porque es caótico, porque es sorpresivo, porque siempre es excitante y nuevo. ¿No te emociona eso?

Los ojos de él estaban enfocados en las nubes…

- Aunque también por eso nos hace tan infelices…uno siempre quiere dominar las cosas, tener control sobre ellas. Y cuando algo cambia, cuando algo cambia ¿qué? ¡Te deshaces! Le tenemos tanto miedo al cambio, a las cosas nuevas. Si por la humanidad fuera, tendríamos una vida totalmente esquematizada sin opciones de cambio y sin que nada se saliera de ese bello y muy controlado marco.

Sus manos se concentraban en yacer simplemente sobre su regazo…

- Por eso se han creado las Revoluciones, ¿no crees? Por la necesidad de cambio y al mismo tiempo la represión que siempre existe hacia éste. Porque cuando algo ya no es funcional para la sociedad, tiene que cambiar. Tiene que haber un nuevo modelo, ¡una nueva concepción de las cosas!

Su boca, con mil palabras en el borde de los labios luchando por salir, permanecía cerrada…

- ¿Crees que se necesite un nuevo “modelo” del amor? Y si se necesita, ¿que será lo que se necesite? ¿Una nueva forma de amar? ¿O sólo un enfoque diferente sobre la concepción del amor?

¿Qué oía? No la oía a ella. Se imaginaba oír una maravillosa sinfonía furiosa… ¿Beethoven tal vez?

- Aunque tal vez dé lo mismo que llegue algo así. ¿Tú crees que la gente le da la importancia necesaria a eso? Claro que no, están muy ocupados arrastrándose por conseguir un centavo más, una posición más, un estatus mejor y toda esa basura…Ya sabes: traer el coche más nuevo, vivir en la zona más exclusiva, salir ganando en las comparaciones contra quien sea. Pareciera que están desesperados por quedar espiritualmente muertos lo más rápido posible.

Sus pensamientos estaban a millones de años del momento que estaba viviendo…

- Creo que al final tienen razón los que dicen que la historia es un círculo; lo que pasó hace 1000 años volverá a pasar. Los hechos no cambian, cambian los escenarios, los actores. Ah, la memoria colectiva de la humanidad…la maldita memoria colectiva de la humanidad que nos ha jodido desde el inicio.

Las palabras habían dejado de tener sentido para él hace mucho tiempo ya…significaba lo mismo eternidad que amor que polvo que miedo.

- Todo nos lleva a lo mismo, ¿lo puedes ver? Todo se relaciona con el caos, nada está en orden, nunca. El “orden” es una ilusión que dura hasta que la realidad ataca. Creemos que tenemos la vida en orden pero sólo necesitas girar la cabeza para darte cuenta que todo es caos. El único orden que existe es que si naces, vas a morir. Todo lo que rodea ese estricto orden, es caos. Me refiero a la vida, ¿qué rodea el nacimiento y la muerte? La vida…

Su corazón definitivamente no estaba en ella ni con ella. Su corazón no era suyo…

- Y duele…duele darte cuenta de que no puedes vivir en el caos. Tienes que eliminar algo de él de tu vida. Y el amor es caótico ¿recuerdas? Con eso inició esta plática…

Cuando volteó a ver el velocímetro ya iba a 180 Km. /h. Desaceleró. La sangre de sus manos ya estaba seca y sus delgados dedos marcados con rojo en el volante cuando los quitó. Con calma, se fue acercando hacia el acotamiento de la carretera y se estacionó. Bajó del auto y abrió la puerta del lado del copiloto. Él se desplomó pesadamente. Vio su cuerpo tendido en la tierra y lo contempló un momento. “Te ves tan perfecto…” pensó para sí misma. Lo tocó y le sorprendió sentirlo todavía caliente… ¿cuánto tiempo conserva el cuerpo su temperatura después de dejar de estar vivo?

Lo deslizó por el barranco y lo dejó caer. Vio su cuerpo rodar hasta que se perdió entre la maleza. “Ahí va un poco de caos de mi vida” pensó mientras caminaba de vuelta al carro, con el viento desordenando de nuevo sus cabellos. El amor había sido llevado a su máxima expresión. El más grande acto de amor acababa de ser cometido. El día había comenzado tan extraño…

Texto agregado el 30-10-2005, y leído por 144 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-11-2005 no se por que no te han leido mucho eres buena escribiendo. me gusta la narrativa tuya. Desterrado
 
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