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ATRAPADO



Las manos se me están crispando por el entumencimiento desde hace más de tres horas. Me duele respirar. La atormentante sensación comienza en las aberturas de mi nariz, cuyas grietas se profundizan con cada movimiento, por pequeño que sea, que hago al inspirar. En el interior, a los costados del tabique, sufro el bombardeo impío de cada una de las partículas que se suspenden en esta mezcla de gases, que lejanamente se asemejan al aire, el que se hace cada vez más y más escaso. Mi garganta, como una quena petrificada, emite indescifrables sonidos al compás de mis estertores, que percibo más por sus irregulares vibraciones que por la escasa capacidad de respuesta con que cuentan mis machacados tímpanos. Mi cuadro general no es para nada alentador. Sin llegar a sentirme un héroe, creo que no cualquiera podría soportar mi situación. Es terrible el encierro que me aleja de mis seres queridos, esta pared de carbón mineral que se alza delante de mí, y que me veo obligado a derribar con las pocas herramientas que tengo. Necesito abrirme paso, sacando piedra por piedra. Sobre el tenebroso muro, se forman las imágenes de mi esposa Chacha y de mi hija Lilén. Sus etéreas sonrisas son un bálsamo mágico que me mantiene vivo. Recuerdo las pequeñas cosas como si fuesen el más deseado de los tesoros. El mate junto a ellas en una mañana de domingo, bañar a Lilén mientras Chacha lava los trastos que utilizó para preparar la poco abundante cena, apagar la lámpara de kerosene luego de que mi esposa acuesta a mi hija en el catrecito del rincón menos frío del único ambiente de nuestra pobre cabaña. Todos y cada uno de estos sucesos cotidianos en los que normalmente no reparo, afloran desde un nudo en la garganta, con la misma emoción que produce el recuerdo de las más hermosa Navidad infantil.
No deseo mirar hacia atrás. Mi negro e implacable asesino, se resiste a desgranarse. Por cada golpe que asesto a sus entrañas, deja escapar un grito que el eco del túnel me devuelve una y otra vez. Intuyo que quiere conmoverme. Sus gemidos no guardan proporción con mis logros. Esto lo tengo claro. Tan claro como que mis fuerzas se acaban. Pronto tendré que salir a la luz, a la vida, a mi Lilén, a mi Chacha, o será tarde. Lo hago por ellas y sólo por ellas. De repente, cuando mi liberación parece imposible, siento algo que se aferra con firmeza a mi brazo. Es una mano dura, casi una garra, que ha escarbado una y mil veces en busca de ese milagro que los pobres esperamos y nunca llega, que lo ha hecho por mucho más tiempo que yo. Sus callos no dan lugar a dudas. Al voltear, la débil luz de mi casco alumbra un rostro leñoso, más resquebrajado que mis propias esperanzas. Es el fin. La hora de salida ha llegado. El silencio gana el espacio y la bestia deja de rugir. Don Goyo, ese viejo que trabaja conmigo codo a codo en las minas de Río Turbio desde hace cinco años, me da la espalda y comienza lentamente la ascensión a la superficie. Lo sigo a unos pasos de distancia, pensando en Chacha, en Lilén, en este trabajo duro que me está matando, y que mañana, como todo los días me ganará otra batalla. Pero no me rindo, mi objetivo es a largo plazo. Mi esfuerzo será recompensado cuando Lilén sea grande, y pueda mandarla a la Capital a estudiar, para que ella no tenga que sufrir lo que sufrimos nosotros. Para no repetir penurias.
La luz del exterior ya se ha extinguido. En invierno, por estas latitudes, anochece temprano y amanece tarde. Cuando el sol salga, yo volveré a estar atrapado, bajo miles de toneladas de piedra, como todos los días, soñando con ellas y deseando que llegue el momento de estar nuevamente en casa.-

Texto agregado el 21-10-2003, y leído por 184 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-10-2003 buena narrativa con contenido que crea conciencia, bienllevado que logra crear la atmosfera buscada sin embargo me hubiera gustado mas si se utilizara un lenguaje adecuado a la condición social, de pobreza del personaje. El lenguaje utilizado pareciera más de una persona culta que de un simple minero...la otra opción es cambiar a tercera persona...enhorabuena vato
 
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