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Parecía inmenso, infinito, interminable. También era intrigante sí. La verdad que poca razón y poca lógica podían darlo respuesta. Tanto alegre color y tanta concupiscente caricia. El río seguía corriendo, a lo suyo, a nuestra mano derecha. Sólo nos dejaba el eco de sus pasos. Con su juvenil energía cerraba el camino a todo intruso. Una rocosa colina nos resguardaba en nuestro flanco izquierdo. Orgullosa y altanera ella, toda verde de evidia. Al frente, agua. Un quieto lago, no cristalino, pero sí frágil como el alma. Y protegiéndonos de las bombas, el tupido follaje de los fresnos se mostraba completamete inexpugnable.

Un momento, vida mía. Voy a comprar tabaco.

Hoy es lunes y estoy en un zulo. A salvo de tí. Tan sólo algo de alimento. Lo justo para aguantar el tiempo que las puertas resistan cerradas. La luz es tímida y apenas se atreve a mostrarse fuera de la lámpara. Ojeo la portada de un libro, echo un vistazo entre sus páginas y lo tiro. Me dejo caer en la cama y me duermo. ¿Hubo alguna vez algo mejor?

Suena el teléfono y oigo tu voz. Tus campanas suenan a muerto. Pareces un fantasma. ¿O es por mí? ¿Te ríes de mí? ¡A la mierda te puedes ir, con tus trinos irónicos e histriónicos! No quiero girasoles. Ni tampoco amapolas. Tengo aquí un buen sustituto. Aunque menos estétio es más sincero. Tiro una moneda al aire. Cruz. Otra vez. Otra cruz. Va, la última. Cruz. Me acerco a la puerta y empujo, sin destrancar por supuesto. Está bien cerrada. Estoy a salvo.

Vuelvo a recostarme en mi yacija y dejo caer el peso sobre mí. Los sueños toman el mando de mi mente. ¡Pero oh no! ¡Horrible pesadilla! ¡Se abre la puerta! Todo el habitáculo se llena de liviandad. ¡Entran mariquitas y orquídeas al compás de La Primavera! ¡Y tú! ¡Qué carajo pintas aquí! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fueraaaaaaaaaaaaa!

Despierto entre sudores acalorados. Copruebo que la puerta está bien cerrada, pero sin forzar. Sin embargo en el techo se filtra una insidiosa gotera. El agua corre con velocidad. De pronto me convierto en presa de las potentes mandíbulas de la angustia. Una sensación claustrofóbica toma mi pecho. Comienzo a jadear. Llamo por teléfono pero comunica. Intento abrir la puerta pero ahora sí está completamente trancada. No hay escapatoria.
Comienzan a correr las lágrimas al compás de la sudorosa grieta. Roto y empapado. ¿Qué es lo que pasó?

Texto agregado el 28-10-2005, y leído por 145 visitantes. (0 votos)


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