Partí un nublado día
hacia algún lugar extraño.
-No sé aún lo que quiero escribir-
E improvisé una ruta
por una gruta de escándalo indeleble.

Me gritaban vituperadores los mosquitos a la puerta
y entretanto en la reyerta
apareció una mancha amorfa
que poco a poco tomaba forma
de tinta china o petróleo aguachirriado.

Para parar para siempre o por primera vez
hace falta algo fuerte ambas dos veces,
algo más que el olor de las heces
o el esputo tuberculoso de un anciano en reposo.

Pudo haber seguido pues
la mancha avanzando en tan espurias lineas presentes
a la sazón hijas de un demente
que se puso a cantar en la gruta:

Parará papá?
Parará Pachín!

Así pues acabó,
así a lo tonto llegó,
así
sin sentido el fin.