La imagen del sonido
Se presenta ante el sentido,
La música flota por papeles amarillos,
Cabezas rebotando con el paredón de los estribillos.
El placer de los aún ausentes silbidos,
Profundos aún estos oídos,
Perdurables suspiros.

Los poros de lo extraño
Absorbidos por lo dulce del engaño,
Lo dulce de su esencia,
Combatido por la conciencia.

Gnomos, el rey,
Ha iniciado su campaña,
Las rosas no desean sus espinas,
Las naranjas sus semillas,
Las mandarinas su dulzura.

El ácido recorrido
Por los toboganes hace su viaje
Su comprensión es asignada,
Su existencia valorada,
Fantasmas diabólicos
Pelean a las sanguijuelas,
Una lucha intestinal
De donde solo sale un ganador.

Ignopio, lucha por la vuelta,
Pero el ganador lo arrebate con aplomo,
Mas por miedo a Gnomos que por sí mismo,
Con el poder de los sultanes,
Exalta su espíritu,
Suscita la extravagancia,
Corta la cáscara,
Vacía su contenido.

Ignopio y Gnomos,
Disputándose la tenencia de Ontino,
Pierden de vista el objeto,
Es el fin del principio,
El fin de todas formas,
Ignopio calza su espada en Gnomos,
Gnomos escala desgarradamente,
La sangre es sensible,
Ignopio sin piedad lo destruye,
Gnomos se desvanece poco a poco.

Nace Sofía, su padre, Ignopio;
Su madre, Dadlibesnisi.
La esperanza se pone color anaranjado,
Pero su aire es mas claro,
Los cielos prosperan,
La mandarina los acecha.