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EL SANTIAGUEÑO

Había nacido en un rancho ubicado cerca de la ciudad, enclavado en esa tierra àrida, arenosa, del lugar, rodeado de tuscas y montes bajos con un racimo de cañaverales que daban algo de sombra refrescante en los tòrridos veranos. Había cerca un ojo de agua termal que usaban mucho, sobre todo durante los fríos inviernos Era el mayor de ocho hermanos y ayudaba a su padre en la tarea del cuidado de algunos chivos y cabras de los que, su madre, obtenía la leche para hacer quesillo que era una fuente de ingresos. Ademàs, encontràndose cercano el embalse nunca faltaba alguna boga o dorado para comer o vender, segùn las necesidades. Eran pobres, pero nunca faltò en su casa un plato de comida.
Sus hermanos mas chicos, a veces, concurrían a la plaza de la ciudad donde se encontraba enclavada la estatua del”santito” con su violín y donde una vertiente natural brindaba la oportunidad de realizar publicidad sobre lo milagrosa y curativa a los desprevenidos turistas que, en agradecimiento, dejaban algunas monedas que ellos aprovechaban con gusto.
Sus padres les educaban priorizando la decencia, la honestidad y el respeto.
Eran tambièn muy alegres. Todos los años festejaban con una gran fiesta el cumpleaños de la dueña de casa (la patroncita). Concurrían vecinos, amigos y algùn pariente, todos cargados de comestibles y platos preparados que, comenzando de mañana, finalizaba ya bien pasada la medianoche. La carne asada, el vino generosamente servido y las empanadas hacían la delicia y la vivacidad en aumento de los concurrentes.
En alguna parte de la fiesta, èl comenzaba a pulsar su guitarra y acompañado por un hermano que usaba un bombo legüero entonaba zambas, chacareras y alguna ranchera con relaciones. Los bailarines no se hacían esperar y previo el riego del piso de tierra para que no se levante polvareda, salían a bailar entre risas y chanzas hasta el cansancio.
Le invitaron a cantar en una peña folklòrica de la ciudad, donde todas las noches se presentaba para el deleite de los concurrentes. Habìa agregado a su repertorio algunos cuentos y chistes que èl presentaba con pìcara inocencia para diversiòn de todos.
Su hablar pausado, ronco y tranquilo le daba un hálito misterioso a las presentaciones
Integrò uno de los nùmeros iniciales de un gran espectáculo del gènero que se realizò en el teatro de la ciudad. Lo hizo gustoso pese a que la paga apenas le alcanzaba `para comprarse un pantalòn. Aunque mucha gente ya le conocía de verlo actuar en la peña, fue un èxito.
El empresario que presentaba el espectàculo le insistiò en anotarse y concurrir al festival folklòrico de Cosquìn. Y allá fue con mucho entusiasmo.
Actuò el primer día, mas bien como relleno y a hora muy temprana comparativamente con la central, en que, el pùblico era más numeroso. Puso todo lo que tenia en su actuación y el público lo premiò con un cerrado aplauso de pie.
Se encontrò que debía disputar la semifinal con un cantante litoraleño, ducho en el acordeòn y luego de las actuaciones el pùblico mostrò su preferencia por el santigueño.
Así fue que a la final llegò, para disputarla con una cantante nostalgiosa y zambera de voz aflautada.
El organizador del evento le ofreciò un contrato leonino a cambio de declararlo ganador del concurso.
Se acordò de sus padres allà en Santiago, en sus esperanzas y sus enseñanzas. Se negò.
El festival fue ganado por la cantante.
El pùblico abucheò el resultado y de pie pidieron por èl.
Luego en el hotel no-se sintiò derrotado, sino vencedor. Pensò que la verdad y la honestidad habìa triunfado.



Texto agregado el 19-10-2003, y leído por 934 visitantes. (0 votos)


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