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“Pretendiendo ser sabios, se hicieron necios”
Romanos 1:22


“En un principio era la partícula y la partícula se encontraba sola en el universo. La partícula contenía en si misma toda la energía y toda la materia, y fuera de la partícula no había nada. Fue la partícula la que dio origen al universo, fue la partícula la que dio origen a la vida y por supuesto a la humanidad. Nosotros, somos la partícula, somos sus hijos y hemos descubierto sus secretos, hemos dominado la fusión, una muestra de su formidable poder. Al descubrir el origen del universo nos hemos hecho nuestros propios amos, nos hemos liberado de las ataduras de los prejuicios y de la ignorancia. Hemos dominado todo esto, no por una imposición ajena, sino por la imposición de nuestra mente pensante, hemos descubierto la verdadera esencia del universo, solo la razón nos ha dado tal poder, las mentes más brillantes de la humanidad nos hemos dado a la tarea por generaciones, para traerles todo esto. Hemos descubierto que la partícula es nuestro verdadero padre y nuestra verdadera madre. Fue la partícula el verdadero origen de la vida, por una serie de sucesivas evoluciones nos ha traído la sociedad moderna, este conocimiento y todas las verdades de la tierra estaban contenidos desde un principio en la sabiduría misma de la partícula”

Cuando el profesor terminó de recitar su credo tenía el corazón en la mano, su ojos brillaban detrás de los gruesos lentes. Frente a él, en la oficina del laboratorio de física nuclear, se encontraban desperdigados esos papeles llenos de símbolos ininteligibles y garabatos repasados. Él era como un sacerdote de un nuevo orden que se encontraba preparando su homilía, de pronto se levantó presuroso para buscar en ese desorden y extraer algo que leyó con ansiedad. Su rostro se iluminó aún más. De repente se detuvo, me miró fijamente y balbuceando frases y ecuaciones de físicos seguramente muertos, me sacó a mi y al otro becario de su oficina.

En la mañana siguiente, durante la clase magistral el profesor nos habló de la exactitud de la ciencia, de esa búsqueda incesante de la verdad que condujo al hombre por generaciones, a través de los siglos y por los siglos; que se volvió ciencia cuando por fin abandonamos la superchería; que los científicos debíamos ser los alquimistas del nuevo orden, sólo que abandonando la creencia de la magia esotérica, para creer en los misterios ocultos de la razón. Al concluir esa exposición confieso que había un cierto aire de misticismo en esa habitación, pero contrario a lo expresado en el laboratorio el profesor continuaba sereno. Comenzó entonces la verdadera exposición, nos llevó por leyes, teoremas, teorías, símbolos y conceptos algunos extraños para mi, aunque muy familiares para otros iniciados. El profesor escribía con prisa en el tablero mientras yo tomaba nota de lo que podía en mi cuaderno. Entonces me detuve, frente a mi había un número inverosímil. El profesor en un acto de euforia nos estaba compartiendo el resultado de su investigación, “esa cifra caballeros –dijo haciendo una pausa-, es la edad del universo desde el momento mismo de la gran explosión”.

Vi en sus ojos la misma expresión del día anterior, cuando me había sacado a empujones del laboratorio, hablaba con una claridad y con una seguridad poco comunes cuando se muestra algo tan importante, la edad del universo. Sin embargo la parte más importante de la exposición era su conclusión, el universo muy pronto acabaría, sería un colapso fulminante y no había tiempo o salvación posibles. Han pasado casi diecisiete años desde aquella mañana. Aún recuerdo las palabras de nuestro respetado profesor de física, “caballeros… al universo le quedan solo nueve años de vida, será un colapso fulminante”. Desde luego, para esto también hizo una complicada demostración, misma que aprendí y memoricé para el examen.

Hay cosas que le agradezco a esa clase, me enseñó que la ciencia no es tan exacta como parece, me enseñó que toda demostración con el tiempo se olvida y tal vez lo más importante, me enseño a no creerlo todo. Hoy, ocho años después del cumplimiento del plazo de esa fatal predicción, el universo aún sigue girando, y en sus vueltas puedo decir que todo cambia, el profesor es ahora el decano de la facultad, por cierto su investigación ganó un importante reconocimiento.

Texto agregado el 19-10-2005, y leído por 405 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
07-02-2006 excelente relato y muy descrito, te felicito! y no, no le creas todo a la ciencia, pregunta a tu corazón, ese que contacta con la realidad del Universo. Ahí sigue, girando, generando la energía que es nuestro hálito de vida. muy buena tu exposición, o tal vez yo la vea tan bien pues discrepo de la ciencia en varios aspectos ;) Soy_Naixem
18-01-2006 Prosa impecable, libertad absoluta del maestro en su discurso, donde las reiteraciones dan fuerza a lo expuesto, vibran las palabras, llegan, tocan. Relato lleno de atmósfera, avanza, nos tira hasta el final sin respiro. Un abrazo. mariamorena
12-01-2006 Me ha encantado. Magdalena25
26-11-2005 Me has hecho pensar que las demostraciones que enseño a mis alumnos, no sirven para nada aunque no sean sobre el universo...he sentido lo que diran mis alumnos dentro de unos años. Gracias***** cassia
18-11-2005 Tu mensaje es diáfano: la ciencia tiende a incorporar elementos místicos, tal vez porque -como deslizaste por allí- es la sucesora de otros sistemas, que la humanidad necesita porque en algo debe creer... Iwan-al-Tarsh
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