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Los García

En mi familia somos apolíticos, o sea, la política nos la pasamos, -speaking in silver-, por el arco del triunfo. Aunque, para ser sinceros, siempre la hemos seguido un poco como quien no quiere la cosa, no sea cosa que suene la flauta y nos encuentre con el paso cambiado.

Como estábamos muy bien relacionados, ya que alternábamos con los poderes fácticos del pueblo, y dicho sea de paso, llevábamos a dos velas desde hacia varios años, me vi obligado a trazar un plan de los llamados “tela de araña”, donde las moscas eran casi cualquier cosa que nos permitiera “pillar cacho”.

Tras mi refinado plan recibí todo tipo de alabanzas del tipo “Ignacio, eres un monstruo, ni al Maquiavelo ese se le hubiera ocurrido” o “Churri, ya lo decía mi madre que valías pa’ministro ¡Qué cabeza tienes!”. La cosa consistía, ni mas ni menos, en que como eramos 8 de familia y 6 en edad de votar, nos organizaríamos para votar de forma ordenada, una mitad votaba al que gobernaba, que podía ser reelegido, mientras que la otra mitad votaba al candidato actual por si conseguía gobernar, mas que nada por eso del cambio del recambio. De esta forma nos asegurábamos que la familia siempre ganaba y siempre habría una parte que, en conciencia eso si, podría medrar políticamente.

Esta pequeña previsión nos vino muy bien cuando recibimos la llamada del deber cívico, que no dudamos en atender, ¡Faltaba mas!. El plan estaba en marcha.

Ese día atendió el teléfono la abuela, muy solícita ella, pero todos sabíamos que la cosa no iba a prosperar. Aunque se lo habíamos dicho miles de veces, a la pobre le hacía ilusión atenderlo. Cosas de la vejez nos decíamos, la sordera de la abuela era mítica en todo el pueblo y aledaños. Según el “otorrino” la abuela hacía que una pared fuera un oyente sensible. ¡Y para que hablar de su coquetería!, podía estar mirándote durante horas con los ojos fuera de sus orbitas con tal de no decir que no te entendía.

Tras unos instantes de incomunicación con el comunicante, se acercó mi prima la mayor para socorrerla. Obviamente la abuela no se dio por enterada y le dijo que era para ella, -tu novio- le dijo, cosa improbable ya que si la sordera de la abuela era mítica, la fealdad de mi prima hacía que las probabilidades de que tuviera novio fueran comparables con las de quedarse embarazada de Walt Disney.

La prima no se aclaraba quien estaba llamando y el comunicante, según ella, no sabía explicarse bien. Al cabo de varios intentos fallidos, la prima dijo – llamar al Dani que sabe idiomas, me parece que el tío este habla el “eureka” ese del norte-. La abuela, que leyó los labios solo en la parte del “Dani” imaginó el resto y se fue a buscarle al salón diciéndole: ¡Dani, teléfono, ponte que es tu novia desde una cabina!.

El Dani estaba sobado en el sofá del salón, la noche anterior había tenido un servicio en una obra en construcción y aunque había dormido casi toda la noche, decía que lo suyo era stress intelectual. El Dani trabajaba de guardia jurado por las noches por que decía que así podía estudiar durante el día, pero todos sabíamos que era un zote. A lo mas que llegaba era a leer los pies de foto del Marca y con ayuda del Julián, el pequeño de la casa, que estaba aprendiendo a leer a sus 5 añitos.

El Dani ventiló el asunto idiomático con un -¡Hostias, que dice este tío!-, frase salvadora que hizo darse cuenta al comunicante que no se había puesto la dentadura. En unos instantes el Dani, políglota consumado, resolvió el entuerto y certeramente identificó al comunicante como un tío lejano, tanto en parentesco como en distancia. Con cara de mucha concentración el Dani dijo: - Darme un papel y un boli que esto es serio -.

El pánico cundió en la familia arremolinada en torno al Dani, todos se temían lo peor. Tras unos momentos de tensión, aliñados con gesticulaciones del Dani a diestra y siniestra, en tono afirmativo concluyó antes de cortar: - Ud. tranquilo, no le fallaremos, he tomado nota de todo y en unos minutos le responderemos a su propuesta.

Un silencio sobrecogedor se abrió paso, el Dani puso la misma cara de importancia del día que le dieron la porra de guardia. No había ninguna duda, la cosa era seria.

La primera en arrancarse fue la abuela con: -¡Nunca me ha gustado esa chica, solo quiere tu dinero!-, soltando por lo bajini –¡putón!-. Todos nos miramos y preferimos hacer caso omiso, no era momento de liarse con la abuela. El Dani, pasaba de la sonrisa al gesto serio, el muy jodío estaba visualizando lo que a nosotros nos negaba. Finalmente y con mucho tacto le solté una indirecta: -¿Lo vas a contar?, ¡Hostias!. El Dani la entendió a la primera y nos dijo: “Al tio Calixto, ......que si, que si, el primo segundo del abuelo Cesar, ....lo han hecho consejero de urbanismo del ayuntamiento de su pueblo y tiene que nombrar a los dos jefes de negociado, ¡Vamos, Vamos, Un chollo!”.

¡Bueno, bueno, la que se lió en un santiamén!. Todos eran gritos: “Pa’reclasificar tierra, yo mismo” dijo el Dani, “A mi dejarme los números que de eso entiendo” decía el Pablo,”Menudo abrigo me voy a comprar” dijo mi señora esposa, “Ya decía yo que era un putón” no dejaba de repetir la abuela.

En ese momento de confusión vino a mi una famosa frase que inteligentemente adapté a la situación: -Se callen, Coño-. Acto seguido todos me miraban fijamente y sentí que un nuevo líder se abría paso en mi interior. El resto fue coser y cantar, primero utilicé la lógica: “A ver los que hayan votado al partido X que levanten la mano”, conté rápidamente y dije: “Pos, parece que vamos a gobernar los que les dimos nuestra confianza, lo siento pero las democracias son así, pura y dura dictadura de la mayoría”. Un profundo silencio se abrió paso y me di cuenta que además valía para la política, lo de discurrir y convencer era lo mío, no cabía duda.

Con voz de mando, pero sin violencia, le dije al Dani: -Trae pa’ca eso, a partir de ahora me hago cargo de la situación. ¡Ah! y tranquilo, a la familia no le faltará de nada-. Cogí el teléfono y llamé al tío Calixto, entre políticos nos entenderíamos, después de tragarme tantos telediarios manejaba a la perfección la jerga del poder.

El tío se puso al aparato y negociamos los detalles de las competencias que teníamos que asumir. Le di todo tipo de garantías y le confirmé que los elegidos éramos mismamente yo y la prima y que la abuela entraba en el lote. Pidió algunas contrapartidas, naturalmente, pero la cosa estaba hecha, la lógica política estaba por encima de nuestras diferencias programáticas. Minutos después el pacto quedó sellado, la ciudadanía había vuelto a ganar.

En cuanto colgué la abuela se acerco a mi oído y me dijo en lo que para ella era un susurro: -Ten cuidado Ignacio, no me fío nada de ese putón-

Texto agregado el 11-10-2005, y leído por 331 visitantes. (17 votos)


Lectores Opinan
31-10-2007 jajaja, me has hecho reír lindo, está perfecto. Ahora voy por los García II. Un beso y todas mis estrellas. Magda gmmagdalena
12-10-2007 Encantadora historia y el escenario elegido. Me lo he pasado muy bien leyéndote. 5* Claraluz
26-11-2006 Me ha encantado, tienes un humor muy acertado y tus textos te enganchan a la mínima.Te dejo mis 5* marta_25
25-11-2006 Muy buen texto, entrtenido e instructivo. Felicidades pedromarca
28-01-2006 Jejeje, buen bodevil, muy actual, me ha gustao. Nomecreona
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