- La máquina de bebidas que se traga el cambio.
- El tinte tan fácil de usar que te iba a dejar las mechas de profesional.
- La sacarina (nunca sabrá igual que el azúcar, jamás)
- Descubrir que la cajera que te sonríe todos los días tan simpática sonríe igual al imbécil de tu vecino.
- El desodorante que no aguanta 24 horas (ni 12... ni 6)
- La cremallera que explota cuando te agachas.
- El pedo que se te escapa en el ascensor (lleno de gente, por supuesto).
- Otra vertiente: el ruido de tripas en una reunión, justo cuando se ha hecho un laaaaaaaaaaaaaaargo silencio.
- Y por último, que te atropelle un coche al cruzar un semáforo (en verde para los peatones), morir y descubrir que: no has podido pedorrearte a gusto, te has matado a hacer dieta, has ahorrado lo que has podido a base de tintes caseros, lo has perdido con máquinas estúpidas, la gente igual no te sonrió nunca de forma desinteresada, ¡¡Y ENCIMA NO HAY CIELO!!