A las 5 de la mañana
(nadie se lo esperaba)
se me estaba inyectando de dolor
el corazón,
y no pude evitar
viajar de polizon en esa ambulancia
con olor a funeraria.
De esos trozos de plomo
media docena de esquirlas se clavaron
en mi pecho y en mi espalda.
Y sin nada que hacer
con su cuerpo inoperable,
mientras tanto yo recostado aun lloro
internado en la unidad del dolor del hospital Salvador.
A veces recibo visitas...
pero a ninguna espero con tantas ansias,
como espero el dia
en que al fin me den de alta.