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Exhale el último aliento, mientras mis manos recorrían el suave lienzo de su piel, mis ojos se entrecerraban, intentando encontrar el origen mismo de la divinidad, donde lo prohibido y hechicero se conjugan para formular una sola palabra.

El silencio resguardaba mi idilio, nada se comparaba con la belleza de su cuerpo recostado en mis sabanas blancas, que poco a poco con el acelerado latir de su corazón se teñía de un rojo carmesí, sus labios deseaban pronunciar palabras que morían ahogadas en su garganta, no se si por amor, o por la impureza que llevaban consigo.

Las promesas estaban agonizantes, la tranquilidad solo era perturbada por la agitada respiración de ambos, su cuerpo intentaba acoplarse al ritmo de mis manos que de manera desesperada se introducían en su cuerpo, mi lengua dibujada caminos nuevos, intentado borrar los senderos que pudieron haber sido tatuados por alguien más.

Y su cuerpo, frágil e indefenso, como si deseará enviar un mensaje que al mundo no le interesaba escuchar, el sonido imperante de la selva asfáltica paseaba indiferente a su condena, y mis brazos aún jugueteando por su cuello, como reteniendo el instante último de su éxtasis, mis ojos fijados en la vena central que conduce la sangre a su corazón, mismo que ya no grita mi nombre, sus latidos han quedado mudos de tanto gritar y no ser atendidos.

Mi cabello reposa en su pecho, como sagrario del amor infiel, y tus ojos ya están fijos en el techo, buscando una esperanza que no volverá. Sonrió maliciosa, recuerdo lo mucho que te gustaba mi sonrisa… Nunca más repetirás palabras obscenas que destruyan el romanticismo del momento, el tiempo se ha detenido, la ropa esta tirada a los costados de la cama, para entrar a esta trinchera debemos deshacernos de las caretas, esa se quedan en la sociedad.

Nuestro amor no necesita mascaras, las mentiras fueron pronunciadas muchas veces por ti, pero ahora tus labios están sellados por mis besos y no pueden engañar mas a mi alma herida, tu mano extendida, con el puño entrecerrado, como si deseará defenderse de un enemigo que ya no existe.

Por fin, tu corazón ha dejado de latir, mi mano que empuñaba una daga ha dejado de abrir camino por tu piel mutilada, y tus mentiras dejaron de crear mellas en mí.

Texto agregado el 21-09-2005, y leído por 101 visitantes. (0 votos)


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