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Inicio / Cuenteros Locales / chalito_roli / Yo sabía que no debía ir al cine

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No, ¡uy! ¡Ni en pedo!, gracias hermano pero todavía ni por asomo me acerco a la plazuela. Si viejo, ya se que es mucho tiempo que vivo encerrado en mi casa, pero la verdad que no me animo a salir hasta que termine la vacación, después, no me va a quedar otra que salir, o ¿que dices tu?. Ya se que falta harto para empezar clases, pero mientras pueda quedarme en mi casita tranquilo, voy a aprovechar.
¡Uy hermano! Esa noche fue todo un quilombo, no sabes. Yo no quería ir al cine, pero estos maracos de Lucho y “carcancho” me jodieron que no tienes idea, si pues, ¿que otro “carcancho” hay?, Adrián Romero pues.
Vos sabes que no me gustan las emociones fuertes ni las películas de terror, te consta que soy tranquilo y prefiero esas películas románticas o las de Disney, aunque esa de Alicia me dejo medio jodiu che, muy loca esa película.
Bue!, resulta que estábamos tomando unos pateros en la plazuela Sucre con esos dos. Si, “dientón” Aramayo, no Lucho Espinoza. Bueno, y estábamos ahí che, tranquilos tomando el paterito que había comprado mi papa en San Jacinto, todo estaba piola, hasta que “dientes” le pregunta a “carcancho” si ya había visto la ultima de terror que estaban dando en el cine. Adrián, emocionadísimo gritó que no y se le viene a ocurrir que vayamos los tres a verla esa noche, ¡Imaginate!, casi me orino de miedo de solo pensar en la película, Arellano ya me había contado solo la primera parte y casi me desmayo, además ya picados con los vinos iba a ser peor, sabes como son “dientes” y “carcancho” cuando están con ganas de joder.
La cosa es que faltaba casi una hora para que empiece la peli, yo les dije que no clasificaba, que tenía que cuidar mi casa porque mis viejos estaban en Tomatitas y que no había nadie. Pero “carcancho” se partía de risa diciendo que me cagaba de miedo y que iba a contar a todo el mundo esa noche en la plazuela que me había corrido de ver una película de terror.
Dientes también se reía el maraco y me amenazaba con contarle a Pati.
¿Te imaginas? ¡No pues hermano!, si se enteraba Pati se arruinaba todo lo que había estado haciendo para conquistarla che, no me quedaba otra hermano, me serené y me tome tres vasos de vino seguidos y los desafié. ¡Vamos carajo, a ver quien es el miedoso!
¡Pucha! No sabes que nervios hermano, no sabia si hablaba chueco por el vino o por el miedo pero me traté de olvidar y nos fuimos caminando hasta el cine.
Hermano, no te imaginas, ¡increíble che!, me sorprendí de mi mismo, ni una sola vez grité en la película, claro que estaba hecho un nudo de miedo, pero me aguanté. De sólo pensar en que le cuenten a Pati y que todos se caguen de risa de mi en la plazuela, me ponía macho y me decía a mi mismo ¡a aguantar carajo!
Después de una hora y media, que juro por dios parecían diez, por fin terminó esa película desgraciada, salí de lo mas tranquilo detrás de Adrián y Luis, ellos estaban emocionadísmos, no tienes idea, todo el camino hablaron de la película, y yo solo los escuchaba mientras recordaba con sus palabras todita la película.
Ese rato no podía poner cara de miedo ni decirles que se callen, me hubieran jodido como si no hubiera ido a verla, solo los escuchaba y a veces comentaba unas cositas. Pero cuando hablaban de esos bichos de mierda de la película, me daba tanto miedo solo imaginarlos y pensar en toparme con uno así, ¡que bichos horribles hermano!, unas bolas peludas, negras, con ojos de diablo y dientes como de tiburón, así igualito que en Discovery con cuatro filas de dientes afiladísimos, eran como gilettes. Además esos bichos no tenían patas entonces saltaban por todas partes buscando carne humana, y cuando querían atacar de sorpresa los desgraciaos mordían a la gente de sus tobillos, miechi que de solo acordarme se me pone la carne de gallina.
Por suerte (me dije a mi mismo) mi casa es la primera en el camino, entonces estos dos me van a tener que acompañar, ya era tarde y en lo único que podía pensar en ese rato era en los bichos peludos.
Cuando por fin llegamos a mi casa, los invité a pasar para comer algo, con la idea de que me acompañen hasta adentro ¿ves? Pero los desgraciaos no querían, les insistí, y no me dieron bola. Mientras les pedía que entren por favor, pensaba en el pasillo de mi casa, me daba la vuelta y lo veía, juro por Dios que cada vez me parecía más largo y oscuro. Al final no insistí mucho, porque se iban a dar cuenta de que estaba muerto de miedo.
Los despedí y cerré el portón; me di la vuelta, ahí estaba el pasillo que parecía interminable, ¡oscuro como una noche en San Jacinto sin estrellas! por la parte de arriba del portón todavía entraba un poquito de luz, pero eso fue solo unos cuatro pasos, luego, todo estaba negro, igualito que una escena de la película, ¡pero yo no tenía linterna pues! Bueno respire profundo y empecé a caminar lentito, temblando de miedo, pensando en que en cualquier momento me podría pillar una de esas bolas peludas.
No se como mis piernas podían temblar tanto hermano, apenas podía caminar, me daba ganas de sentarme un rato y cerrar los ojos para tranquilizarme, pero ese rato pensé que sería peor.
De un momento a otro pensé que corriendo iba a llegar más rápido, le metí la carrera, recordando la escena de la chica en un pasillo igualito antes de que los bichos se la morfen. Ya casi había terminado el pasillo, cuando en medio de la oscuridad piso algo que me desequilibra, escucho un grito y ¡zepo! ¡algo me muerde la pata!, ¿te das cuenta viejo?, miechi, con el susto y el dolor solo pude tirarme al piso hacerme un nudo y resignarme a que el bicho peludo me coma, porque con la herida no pude correr. Me puse a gritar llorando.
Lo peor no fue eso viejo, la cosa es que con el chillido del bicho y mi grito, “carcancho” y “dientón” Aramayo, que se habían quedado hablando en mi puerta, entraron corriendo para ver que había pasado. Solo pude ver la luz de la calle y la cara de los dos boludos esos cagando de risa.
Después de tranquilizarme un poco me di cuenta que me había meado en los pantalones, miré detrás de mí y sólo ese rato di cuenta de todo, cuando vi a mi perro que se lamía la cola. Ese ratito me paré y me fui corriendo a mi cuarto cagado de vergüenza, mientras esos dos maracos no paraban de reir.
¿Ves che?, ya se que se arruinaron mis planes con Pati, pero ni modo che, talvez cuando empiecen clases todo el mundo se olvide de mi historia.

Texto agregado el 19-09-2005, y leído por 222 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-10-2005 Se mantiene la tensión en todo momento. El miedo parece ser como el precio a pagar para pasar de la niñez a la juventud. Y ese hablar seguido, ameno y popular tan carcaterístico de por ahí, que a los que no estamos acostumbrado a oírlo, nos parece fresco (vivo) y encantador. azulada
19-09-2005 La historia es simpática y la forma coloquial de contarla le queda bien. Faltan algunos acentos. CK CocinasKenia
 
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