Llorando en el cuarto prohibido, mi cuerpo se estremece recordando cada una de sus palabras. Recordando el débil sonido de su alma desgarrada a través del teléfono.

Odio este día, en que no somos dueños de nuestras vidas. Las decisiones, las heridas causadas, todo me parece ahora tan vacío... ¡Como me gustaría arrancarme de la piel el calor aún no sentido de su cuerpo!

Mis lágrimas deberían ser de alegría. Ahora merezco ser frágil, por haber sido falsamente fuerte tanto tiempo. Abrázame hasta que se nos acabe el mundo, y no me sueltes, porque querré morir contigo.

Anhelo Darte Ilusiones, Ofrecerte Sueños