TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / milonga / CHAU...A LAS ARMAS

[C:14071]

CHAU..... A LAS ARMAS

(Nada que ver con la novela de Remarque)

Nunca se supo quien habìa sido el funcionario del gobierno que lo aprobò ni a cuanto habìa ascendido su “comisiòn” para que en ese pueblo perdido, se instalara la sucursal del Banco Nacional.
El hecho es que asì aconteciò.
Funcionaba el mismo en un local que uno de los vecinos rentò a un precio exorbitante para las comodidades y estado que presentaba, con decir poco es que, en los días de lluvia los clientes hacìan fila frente a las cajas con su paraguas abierto, para protegerse de las goteras.
El personal era limitado a las pocas operaciones que realizaba.
“El chueco” era el Contador, asì apodado por su gran parecido y haber nacido en el mismo pueblo que el quìntuple campeòn mundial de automovilismo.
“El Gorriòn” era el Jefe, asì denominado por su insaciable capacidad de pedir siempre cigarrillos, que nunca compraba.
“El curita” era un joven muy devoto y circunspecto.
El otro empleado era “El flaco”, politicòlogo con ìnfulas de lìder siempre opositor al gobierno de turno, sea cual fuere.
Funcionaba el Banco con muy escaso encaje. Tenìa dinero suficiente para atender algunos dìas y, cuando èste comenzaba a escasear, habìa que ir a buscarlo a la ciudad màs cercana en la que funcionaba una casa màs importante.
Para los empleados ese dìa era de jubileo. Claro el Banco no abrìa sus puertas y se realizaba la excursiòn, cosa que aprovechaban algunos para realizar algunas compras y salir de su ostracismo burocràtico.
Era toda una aventura, se les proporcionaba un arma a cada uno, generalmente revólveres que ninguno sabìa si funcionaban y una valija de cuero color marròn de tamaño descomunal y un consiguiente pase visado por la autoridad policial.
Luego tomaban el tren de la mañana y regresaban por la tarde.
Ya en la estaciòn ferroviaria los habitúes de la llegada del tren comenzaban con sus especulaciones
-¿Se les terminò la plata, muchachos?
Era la consabida pregunta en son de chanza que recibìan al verlos cargar esa enorme valija.
Pero el asunto no fue que escaseò el efectivo, sino todo lo contrario. Un fuerte terrateniente llegò al pueblo portando una suma muy importante y lo depositò en el banco y como asì de improvisado era el funcionamiento lo era tambièn el lugar llamado “El tesoro”, donde se guardaba el efectivo.
Asì que el Chueco dijo.
--Hay que ir de pase de fondos, estoy intranquilo con todo este efectivo aquì. No es seguro.
-¿Cuándo vamos? Preguntò el Gorriòn
-Mañana.
Al dìa siguiente la comitiva estaba en la estaciòn ferroviaria esperando la llegada del tren de la mañana.
-¿Otra vez se quedaron sin plata? Preguntò el loco del pueblo que siempre esperaba la llegada del tren por curioso.
-¡A vos que te importa, loco de mierda! Dijo el flaco visiblemente molesto
-¡Chè, es un pobre loquito! El curita intercediò en su defensa.
-¡Que se vaya a la puta que lo pariò!-
-¡Paren muchachos! Dijo el Gorriòn que a pesar de sus problemas era respetado, no tanto por su condiciòn humana sino porque era el Jefe, y a un Jefe hay que obedecerlo, dicho en la jerga burocràtica bancaria, tenga o no tenga razòn.
El asunto es que la comitiva se instalò en el tren y el Curita estaba algo inquieto.
-¿Y si nos asaltan? Yo no se usar un arma
-Tranquilo Curita que no va a pasar nada, mira tienes que hacer asì dijo el flaco sacando el revòlver.
-¡Dejà quieta el arma! El Gorriòn ordenò.
Algunos pasajeros se dieron vuelta a mirarlos, pero no sucediò màs nada.
Al llegar destino hicieron entrega del dinero y el Gorriòn dijo
-No vamos a andar por la ciudad con las armas, mejor las colocamos todas en una bolsa, tenemos casi cinco horas hasta la salida del tren de regreso.
-Eso està bien, aprobò el Curita.
-¿Vienes con nosotros? Preguntò el Flaco.
-No, los encuentro en la Estaciòn.
-¡Este seguro que va a visitar a la madre!
-¿Què madre? Dijo el Gorriòn
-A la madre Iglesia, Jua ...Jua!!..
Quedaron solos y tuvieron la ocurrencia de ir a matar el tiempo que faltaba, a un bar de mala muerte,
frecuentado por gente de baja estofa, prostitutas y marginales, y escuchar unos tangos que un guitarrista de fama cantaba con voz aguardentosa.
Al Gorriòn se le ocurriò que las armas pesaban demasiado y le solicitò al barman que las guardara sin especificar que contenìa el paquete.
Entre copas de vino, tangos y caricias pagas de alguna de las prostitutas llegò el horario de tomar el tren de regreso.
Cuando ya estaban en viaje, medio adormilados por el efecto del alcohol y el cansancio el Gorriòn pronunciò esas palabras que sonaron a un estampido de un rayo.
-¡¡Las armas!!
-¡Que pasa con ellas!
-Me olvidè las armas.
-¿En donde? Preguntò el Curita, que nada sabìa de las andanzas de sus dos compañeros.
-En la confiterìa, mintiò el Flaco
-¡Ahora si que la cagamos!
-¿Qué hacemos?
-Miren dijo el Flaco, mejor que cuando lleguemos hablamos con el Chueco, yo no tengo problemas porque soy soltero, pero tù Gorriòn si se entera tu mujer, la bruja, tenès un divorcio en puerta.
El Curita no entendìa, pero mejor no opinar no sea cosa que al jefe eso le cayera mal.
Cuando llegaron hablaron con el Chueco.
Èste que era un hombre recto y muy solidario con sus empleados manifestò.
-No se hagan problemas muchachos, yo voy a ir en mi automòvil hasta la ciudad a recuperarlas.
Cuando llegò a la ciudad el barman al sorprenderse con el contenido del paquete habìa dado parte a la Policìa.
Esa fue la ùnica entrada del Chueco a un calabozo hasta que se aclarò el asunto veinticuatro horas màs tarde.


Tortuga

Texto agregado el 06-10-2003, y leído por 165 visitantes. (1 voto)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]