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Inicio / Cuenteros Locales / dioni / Entre la tinta y el papel, perdido...

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I. En un lugar y un espacio lejanos, relativamente.

– ¡Para todas las ediciones les llevo esto y a la siguiente ya lo han botado! – se dijo ya sin enojo. Del tarro lleno de copias de la misma foto sacó una y la pegó con adhesivo a la hoja en que había escrito los datos de él: nombre, edad, oficio, número de identificación, residencia, número telefónico, recorrido de su última ruta y nombre de sus parientes
cercanos: ella y su hijo. Era una foto de carné, de esas que no le hacen justicia a nadie y menos a él: se veía estático, paralizado y ausente. Nunca quiso llevar otra fotografía más informal y más feliz, como las que se tomaban en días especiales en las que aparecía sonriente haciéndole una gracia a Uli o aquella que a él le gustaba tanto y llevaba siempre
con sigo, en la que se veía haciéndolo volar bajito cerca del prado, mientras el niño con la mano hacía huir brincando a diminutos bichos. No, no eran fotos para llevar al periódico. Tenía el pudor de lo que fue felicidad auténtica, momentos que sentía tan íntimos y puros que la idea de que se imprimieran en miles de ejemplares para que muchos miles de ojos más los miraran y sintieran lástima, le aterraba. De él daría los rasgos básicos, los que se
aprecian en la foto del pasaporte como aquella y nada más. Con que lo reconozcan a secas y le puedan decir dónde lo vieron por última vez, sería suficiente.
Desapareció hace... bueno: desapareció y el tiempo, como le está tratando de hacer entender la asistenta social que lleva su caso, es sólo un concepto y una percepción relativa. Así que, decía la asistenta, si cambiara su modo de percepción, el tiempo que ha estado ausente no sería tan terrible y a lo mejor eso le ayudaría a él a encontrar de nuevo el camino al hogar.
La relatividad del tiempo y del espacio era una tesis aceptada, aplicada y demostrada con creces ya, pero para ella, tan dedicada a hacer de su casa un lugar hermoso, a trabajar en ella mientras él hacía sus recorridos de viajante vendedor, a acompañar el crecimiento de Uli y ver como sus rasgos se perfilaban como los de su padre y a esperarlo ilusionada en el antejardín cuando el regreso era inminente; para ella, esos conceptos eran fríos y tecnológicos: que los usen los viajantes, los físicos, los estudiantes de ciencias. La desazón y angustia que sentía eran absolutas dentro de ella, fuera del tiempo y el espacio; lo extrañaba en todas partes y en ninguna; lloraba. infinitamente, desde ayer y desde siempre.
Claro, se podía doblar y arrugar el espacio para distraer al tiempo y salir a buscarlo. De hecho, varios de sus colegas se habían tomado el trabajo de hacer el supuesto recorrido que hizo él por última vez, buscando algún indicio de su paradero o alguna desviación imprevista, pero nada encontraron. “El espacio cuando se arruga para combar al tiempo puede presentar baches y grietas peligrosas”, le dijeron ellos sin convicción, pues sabían que él era el más hábil y capaz en sortear esos inconvenientes, además ya esas probabilidades se habían reducido a un mínimo. Era un misterio.
Cuando besó a Uli creyó advertir que sus rasgos comenzaban a perder firmeza. Le dolió ver cómo se desteñía el recuerdo del padre en el niño y la ahogó el temor de no poder volver a dibujar felicidad en ese cuerpecito. Le agitó la mano para despedirse, dejándolo en el albergue comunal, y vio que la cara de su hijo comenzaba a confundirse con la de los pocos niños que vivían allí permanentemente. Corrió entonces a hacer la diligencia: no fuera que al volver reconociera a su hijo sólo por el brazalete con el número.
El encargado de la sección de servicios civiles del periódico, estirando la nuca, logró mirarla por encima de su encorvada espalda y le recibió el sobre.
– ¿Lo de siempre?
– Sí, el aviso de DESAPARECIDO, por favor. Ahí van la foto, los datos y el dinero.
Al salir del diario pudo mirar el aterrizaje de una expedición de la flota mercante. Las enormes naves en perfecta formación y dando visos de colores, eran la festiva imagen del regreso. A su lado desfilaron familias enteras, apresuradas por entrar a la cinta transportadora que los acercaría a la plataforma de llegada de la flota. La tarde flaqueaba y las naves, con la agitación de la gente alrededor, se hicieron siluetas recortadas por el arco de la luna púrpura que se alzaba al fondo del valle. La noche llegaba al occidente del planeta Ocbar y, más precisamente, a su alma, que decidió que Uli podría esperarla un rato más en el albergue y se fue a caminar sola hacia ningún lado.

II. Londres, agosto 28 de1995, Sala de prensa del periódico The Sun.

Había agitación. Para los demás medios: periódicos, revistas y telediarios, la noticia era otro medio de comunicación, “The Sun”. Por primera vez en muchos años la portada de este diario sensacionalista no estaba dedicada a un escándalo de la realeza o a las fotos en toples de una estrella o al atroz retrato de un asesino caníbal. Era algo que, de ser cierto, cambiaría la historia. El editor sonreía complacido con el ramillete de micrófonos que tenía al frente sobre la mesa. Sabía que por varios días vendería el periódico por encima del promedio acostumbrado, mientras fuera haciendo revelaciones fraccionadas acerca del tema. La edici6n de ese día se abría con dos enigmáticas fotografías en color. La primera, de un quirófano, donde varios doctores examinan un cuerpo levemente azuloso, con una pierna destrozada; y la otra, de un rostro, sacada de un documento de identidad, era bastante extraña: tenía rasgos vagamente humanos, pero la nariz poco marcada, la piel lustrosa, la ausencia de cejas y los párpados ligeramente caídos y escamosos, hacían pensar en alguien desfigurado por quemaduras severas. El título decía: EXCLUSIVAS FOTOS DE LA AUTOPSIA DE UN EXTRATERRESTRE. Lo que el gobierno siempre ocultó. El cuerpo fue hallado luego de la colisión de un avión de la RAF con un objeto desconocido, en 1976. Un antiguo funcionario del Ministerio del Aire rompe el silencio”.
Mientras los periodistas terminaban de montar las cámaras y las luces, se le ocurrió al editor, para despertar aún más la curiosidad y el morbo, mostrar meteoricamente las fotografías que utilizaría para las siguientes ediciones: las de los detalles anatómicos de la autopsia, la de los extraños documentos que le encontraron, aparentemente de identidad, la valija con artefactos tecnología desconocida, tal vez de higiene personal, y otra, la más reveladora: la de una placa de material desconocido con un holograma de vivos colores en que se veía al mismo extraterrestre mirando con una sonrisa a un niño idéntico a él, que vuela a baja altura sobre algo parecido un mullido tapete de color naranja, mientras con la mano hace huir brincando a diminutos bichos.

Texto agregado el 05-10-2003, y leído por 566 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-10-2003 Lo disfruté, especialmente el enunciado delimitante y marcado de "La relatividad del tiempo y del espacio era una tesis aceptada, aplicada y demostrada con creces ya..." Bravo. gabrielly
05-10-2003 Fiujjjjjjjjjjjjjjj, que texto, estimado! Como estamos en el mismo grupo de taller, no extenderé este comentario, puede tratarse de uno de los trabajos a presentar. Muy bueno lo suyo. gracias por compartirlo hache
 
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