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Aquel niño que antes correteaba por el parque con tanto entusiasmo, ya era todo un adolescente y a sus dieciséis años de edad, era considerado por sus amigos, como un líder nato y un estudiante excepcional, pues empezaba el segundo semestre en su carrera universitaria, jugueteando con sus sueños como lo hacen los que serán algún día grandes, ya que pensaba, y lo alardeaba con gran frenesí, que....¡Algún día sería doctor!

-¡Hola Domingo!, ¡Buenos días!, ¡Dame tres pasteles de carne y te los pagaré luego, cuando me gradúe de Doctor y gane mucho dinero!.-era una broma que celebraba el vendedor de pasteles con una sonrisa pícara y asentía complacido a brindarle su apoyo con un crédito virtual a su pretensión......¡Que ironía!

En una mañana de los últimos días del mes de mayo, comenzó el drama para Andrés Eduardo con leves dolores abdominales que se repetían, cada vez que ingería alimentos. Al principio, el joven no le prestó la más mínima atención, pero a medida que pasaba el tiempo, la crisis estomacal agudizaba más su inapetencia la cuál, al hacerse tan evidente, preocupó sobremanera a Lisbeth, su madre, haciendo que por primera vez, temiera seriamente por la salud de su adorado hijo, aunque por momentos pensaba, que era quizás, el estrés producido por ese cambio que se da, cuando el niño es demasiado precoz y la transición no se hace como tradicionalmente sucede.

.-¡Ven a comer hijo, que te ves muy demacrado.-
.-No mamá, ¡No tengo hambre!.-eran frases obligadas en cada petición y en cada invitación a comer, pero esa inapetencia, era apenas un mecanismo de defensa más que el chico adecuaba, para atenuar el dolor que le producía la ingesta de alimento.

Ya para finales del mes de junio, específicamente para el día 24, fue llevado al hospital ante el alarmante deterioro de su salud, pues ya había perdido más de la mitad de su peso corporal y al llegar a la sala de emergencia, los médicos de guardia dictaminaron con premura, que se trataba de una Hepatitis, una enfermedad inflamatoria del hígado. Con los rigores del caso, fue tratado y lo dejaron en observación para ver como evolucionaba al tratamiento, pero a medida que transcurrían las horas, notaron que no reaccionaba a ningún medicamento, sino que por el contrario, se hacía más precaria su delicada situación lo que obligó a sus padres, a buscar ayuda en otro hospital y luego en otro, hasta que lograron ubicar, al de mayor cobertura profesional y cuando llegó a dicho centro asistencial, los médicos lo observaron y lo estudiaron a través de varios costosísimos exámenes de laboratorio e innumerables ecogramas. Nada indicaba, lo que padecía el chico y fue internado en el quinto piso del hospital, donde eran atendidos, todos los casos pediátricos más raros y difíciles que ameritaban atención especial.
Llegó un momento en que se atrevieron, quizás por armonizar con alguna explicación lógica al vertiginoso deterioro, a decir que la enfermedad era SIDA, pero como por centésima vez, se equivocaron en dar un diagnóstico acertado, sensato y definitivo.

Por referencia de un amigo de un tío del chico llamado Jarvis, ubicaron a un doctor especialista en oncología y éste al ver el cuadro interesante y misterioso del paciente, ordenó un examen también raro y absurdo para un niño; una COLANGIO DE RESONANCIA MAGNÉTICA NUCLEAR, debido al desconcierto reinante y que desesperaba cada vez más a sus familiares, especialmente a Lisbeth, su abnegada y sufrida madre. Con este examen, culminaba toda una travesía de angustias y tormentos que por demás, desembocó en una larga y agónica espera.

Mientras su mamá se regresaba al hospital, toda la familia perseveró sombría, por un resultado feliz o al menos revelador de lo que el chico padecía. El camino se despejó y se determinó finalmente, que tenía una enfermedad terminal; Un cáncer, que dejó atónito al personal médico del hospital y que llenó aún más de desesperación a todos los allegados del paciente, pues no encajaba en los parámetros de la misma enfermedad ni en el protocolo médico de la misma:
ADENOCARCINOMA DEL PÁNCREAS.
“La enfermedad en si, es un tumor de origen cancerígeno, que se origina en las células que revisten el conducto pancreático. Estos tumores, son casi dos veces más frecuentes en varones que en las hembras y son ligeramente más frecuentes en la etnia negra que en la blanca. EN RARAS OCASIONES, SE DESARROLLA EN PERSONAS, ANTES DE LOS 50 AÑOS Y LA EDAD PROMEDIO DE SU DIAGNÓSTICO ES A LOS 55 AÑOS. Se conoce poco acerca de su causa.”

Luego del fatídico diagnóstico por parte del personal médico que atendían al muchacho, el caos se apoderó de toda la familia quien, en una sola voz, atendió su causa con el más abnegado amor y con el más delicado sentido de unidad.
La obsesión por la vida del muchacho hacía más aterradora y mas delicada la situación.
Un joven de dieciséis años con una mente tan lúcida y lozana, tan fresca y tan jovial, apenas pesaba............30Kg, con una protuberancia cancerosa que medía 40cm de diámetro y con una dimensión en su parte abdominal de casi 80cm; parecía un monstruo y con un tumor que ya había hecho metástasis más allá del órgano, alcanzando los ganglios linfáticos vecinos con intención de invadir y conquistar el hígado y los pulmones. Su hemoglobina llegó a tres unidades; su mente se tornó huidiza con la realidad. Su voz perdió coherencia. El joven del quinto piso solo deliraba con la mirada perdida en una crisis comática.

.-¡Confío en ti!.........¡Confío en ti!.......¡Confío en ti!.- balbuceaba a su madre quien abrigaba con su cálido amor, todas las esperanzas de que su adorado hijo saliera bien de esta odiosa y misteriosa crisis. Cada lágrima suya era concebida con la mas dulce caricia de amor y recompensa por atender los designios del Señor.

El médico tratante sugirió a todos a que rezaran, porque ya se había agotado la asistencia clínica y determinó que era cuestión de horas el desenlace final, pues según el protocolo médico, ya no había nada que hacer. Se acordó en reunión familiar, demandar la asistencia espiritual y fue allí cuando surgió la idea de invitar a la madre Francisca, una monja perteneciente a un grupo de oraciones en la casa de la misericordia en el colegio La presentación, donde dan una misa en ofrenda a Dios por todos los desamparados los días sábados.
La monja en su vida religiosa, cargaba con una reputación; la de llevar a los desatendidos y sufridos un alivio de verdadera sanación.
Ella acudió al llamado de la angustiada familia y fué a orarle en la habitación del enfermo y rogó para que se ejerciera, con la mayor consagración y dignidad, los designios supremos de Dios, nuestro Señor.
Quizás lo más interesante de sus logros fueron unas palabras pronunciadas con gran sabiduría y con una dulzura impresionante.

.-¡Hijo mío, Dios también necesita niños en el cielo y estoy seguro , que tu trabajo allá, también podría resultar importante, además todo depende de cómo le hables a él, si lo haces bien bonito, estoy segura que te ayudará o bien en el cielo o tal vez dejándote aquí en la tierra y puedes buscar la ayuda en tu querida mamá, quien siempre anda en sintonía y comunicación con Dios.-

Andrés Eduardo, mientras escuchaba a la madre Francisca, recibió la comunión y con gran admiración, en medio de sanas promesas, acompañó sus ruegos e imploraciones con la mayor humildad y atención.
Sus ojitos tristes le confiaban a su corazón,.........¡Que se salvaría!

Venancio, contemplaba absorto la figura desvastada de su hijo, quien yacía inerte y casi sin respiración. Era un sábado muy triste, quizás el sábado mas triste de toda su vida. Mientras, se enjugaba sus lágrimas de vez en cuando como con rabia, para espantar los temores y espantos que traen consigo el llamado de la muerte. Casi ni levantaba la cara. De pronto, sonó el teléfono celular y ansioso, comprobó que era Lisbeth, quien, con una voz ronca de tanto llorar, le anunciaba que irían hacía el hospital, para la habitación del quinto piso, con un sacerdote para darle el último adiós a Andrés Eduardo y la extremaunción. Venancio asintió y lentamente bajo sus brazos en señal evidente de cansancio y resignación. Al voltear hacía su hijo, su corazón dio un vuelco atroz cuando notó que los opacos ojitos del chico enfermo de muerte, se abrían lentamente buscando los suyos con ansiedad y con voz tenue, pero perceptible le dijo:
.-Paaa...pá, pooor....fa..vor......¡quie....quie....quiero agua!.- A Venancio, casi se le cae su celular de la mano, por la impresión. Corrió como un loco a buscar el agua y les manifestó al personal de guardia lo sucedido, creándose una situación de verdadera conmoción entre las enfermeras y los médicos. Como un rayo y mostrando un nerviosismo evidente, tomó de una de las enfermeras una gasa, la mojó y la pasó por la boca sedienta de Andrés Eduardo y éste recibió con ardiente deleite, el néctar de ese amor en los brazos de su angustiado y deslumbrado padre.

Venancio apenas creía lo que sus ojos retrataban con inusitado interés.

.-Papá, ..¡No quiero ver a ningún sacerdote!, porque....¡Yo no voy a morir!, ¡Ya no lo necesito!.- de inmenso estupor se llenó la habitación del quinto piso y acaloró a Venancio quien no comprendía. ¿Cómo sabía que iba para allá un sacerdote?

.-Hijo, los sacerdotes no solo visitan a los pacientes que van a morir.-le dijo el padre angustiado casi sin saliva en su boca.

Venancio hacía esfuerzos para no llorar y más para no desmayarse por la excitación de ver a su hijo del alma, conversando con él.

.-Papá,...¿Puedo darte una cachetada?.-de nuevo tuvo que aferrarse con todas sus fuerzas al pomo de la puerta de la habitación. La madrugada del sábado, sintió una gran sacudida.

.- claa...ro, hijo mío.- y dicho esto se le acercó más a su hijo temblando de pies a cabeza con la aprensión y la incredulidad, pintadas en su angustiado rostro. El joven enfermo con mucha delicadeza le plantó la bofetada a su padre y éste, sin responder aún por su asombro, lo abrazó también con gran suavidad y ternura.

.-Ahora quiero que me pongas en el piso,....¡Por favor!.- Venancio obedeció casi impávido, lo agarró con fuerzas y con la mayor sutileza hizo que se mantuviera de pie tocando el piso frío de aquella habitación del quinto piso.

.-Luego, al colocarlo de nuevo en su cama, le acomodó su sábana y le preguntó suavemente el porqué había hecho semejante acto de conciencia y con gran dulzura el chico le contestó:

.-Ha entrado en mi un señor de barba blanca y me ha dicho, que no me preocupe, que él me iba a curar y que yo iba a vencer a ese ser que tenía adentro y que no me iba a morir, además me dijo, que procurara tocar el piso para confirmar si todavía estaba vivo.. y .....¡Yo no quiero morirme, papá!, es más,....¡Creo que ya se me salió todo!.-

Desesperado, Venancio pidió ayuda enseguida y clamó por Lisbeth, quien ya venía entrando a la habitación. Se rodearon sus brazos en un éxtasis de verdadero amor con un sentimiento inmensurable y que solo se siente, ante la presencia del poder divino. Dieron gracias infinitas a Dios y lloraron así abrazados, derramando las lágrimas purísimas en gotas de amor para su querido hijo.

A la semana siguiente, se le dió permiso para estar en su casa y reconfortarse espiritualmente con su familia, para saludar a sus hermanos, a sus primas y primos y para respirar de ese estimulo familiar tan importante para su sanación.
Fue una semana maravillosa. Andrés Eduardo, dentro de su mundo disfrutó convencido, de que saldría adelante en su lucha contra la extraña enfermedad, evidenciando por primera vez un apetito voraz, digno de un joven de dieciséis años, con antojos incluidos. Estaba muy feliz, ¡El chico que habló con Dios!.

El personal médico de guardia no atinaban a pronunciar palabras, pues estaban atónitos y asombrados por el cambio repentino del cuadro clínico del chico del quinto piso, el cuál estaba revolucionado por semejante acto de fe. Todos querían saber del muchacho e inclusive se rebosaron las expectativas hacía los otros pisos del hospital. El doctor de guardia le encomendó a las enfermeras practicarle un nuevo ecograma para determinar el curso a seguir. Lo prepararon, le hicieron el examen y varias tomografías, así como estudios de sangre y demás formalidades clínicas más que todo de imágenes y la consecuencia fue inadmisible desde todo punto de vista científico. Se confirmó que.........¡El tumor había desaparecido!. La doctora tratante de nombre Yoneida, exclamaba desconcertada, que ese muchacho había roto con todas los esquemas clínicos. Para ellos, hace un mes, Andrés Eduardo,.....¡Había muerto clínicamente!

Lisbeth, al escuchar semejante noticia, lloró, brincó, bailó, imploró y hasta se arrodilló sin arrodillarse y mirando hacía arriba con los ojos inundados del más puro llanto, tan solo dijo:

.-¡Gracias , Señor mío!. Sé que tu poder es tan grande y omnipotente, por tanto, aceptaré con humildad lo que tu decidas.-

Hoy, el chico que habló con Dios, se recupera soñando que algún día será doctor,....¡Para pagarle los pasteles de carne al señor Domingo!.

Texto agregado el 08-09-2005, y leído por 260 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
16-09-2005 Buen relato señor. Estoyseguro que llevarìa consuelo y esperanza a mucha gente que sufre.***** negroviejo
14-09-2005 Al enfrentarme con esas 2428 palabras ,respire hondo dos veces,pero sin darme cuenta llegue a los pasteles de carne del sr. Domingo.5* nam56
08-09-2005 Hola Compa, este cuento me ha cautivado y emocionado sobremanera al extremo que de hacerme llorar =( Sé de un caso similar a este y por eso me emocioné tanto... MUY BUENO!!! logró el objetivo como dicen los maestros... mis 5 *****para ud. Merlygom
08-09-2005 Sencillamente cautiva la forma de contar todo...mis* denada
08-09-2005 GENIAL, MUY BIEN NARRADO Y TE DIGO ME SENTIA POR MOMENTO MUY EMOCIONADA, SI CREO QUE DIOS TODO LO PUEDE, NO SE SI ES UN CUENTO O UN HECHO VERÍDICO TE DEJO MIS ***** lagunita
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