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Con una mano en la cartera y la otra afirmando un cigarro, por supuesto mirando al suelo, para no caer, no vi a la señora que había levantado el brazo para parar la micro. Me pegó un manotazo en la nariz, de esos que te hacen llorar. Cuando le iba a decir vieja conch..., me di cuenta que la iñora, por no pegarme más fuerte, se había corrido y tropezado con la raíz de un árbol.
¡La cresta que se sacó la pobre!
Tuve que despedirme de mi cigarrito y la levanté como pude, era harto rellenita y como buena ochentona, más aturdida por la edad que por el golpe, no se podía parar. Se acercó un lolito, "córrase pa'llá", me dijo y la levantó de un tirón. La sentamos en el paradero y la viejita ni hablaba. El cabro se fue y me dejó sola. Ni un alma alrededor, yo sola con la senecta y no sabia qué decirle. Opté por pedirle disculpas, pero no me contestaba.
"¿Señora, le pasó algo?"
Mutis. ¿Será muda? Pensé. Lo único que hacía era tiritar, de nervios, me imaginé, le tiritaba una patita. Cresta, la vieja se volvió loca por mi culpa.
Me sentía pésimo, más encima que casi la insulté, pobrecita. Me pasé todos los rollos posibles. Estaba yo más asustada que ella, eso es seguro.
Parecía que le estaba dando un ataque feroz con el maldito movimiento de la pierna, pero como yo no sé nada de ataques ni auxilios primarios ni secundarios, no sabía qué hacer.
Todo eso parece largo, pero pasó en dos o tres minutos, que se me hicieron horas.
Creí que lo más lógico era tomar un taxi y ahí registrarle la cartera o algún bolsillo por si andaba con direcciones o teléfonos, si no, llevarla a la comisaría y deshacerme del cachito. Pero también pensé, se me pensó, en realidad, llevarla al hospital y que la revisaran, total había sido un accidente y yo no andaba manejando, no había sido un atropello, no era delito, fue mala cueva no más...
En eso, a punto de tomar el famoso taxi, se acerca una tipa mucho más joven gritando "¡Mi mamá. mi mamá!"
"¡Al fin!", se me volvió a pensar. Tuve que despachar el taxi, nunca tan desgraciada de dejarle a la tullida ahí a la pobre hija, sin entender nada. Me acerqué a la mujer para explicarle lo que había pasado y ésta me empujó hacia un lado para seguir corriendo.
"¡Oiga!" Se detuvo, pero no se le pasaba la cara de loca y cuando le empecé a contar lo que había pasado con la madre, me miró con expresión más perpleja aún y me dijo que qué le importaba esa vieja y que su mamá estaba en la baranda del departamento y que iba a socorrerla.
Efectivamente, levanté la vista y vi a otra loca colgando del quinto piso de un edificio, pero no parecía que se iba a caer.
En fin, eso sí que era grave.
Tomé a mi amiga muda y tiritona del brazo y me la llevé a la casita.

Texto agregado el 27-08-2005, y leído por 137 visitantes. (0 votos)


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