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LA BICICLETA

La madre sacó a pasear a sus dos hijas por las calles de la gran ciudad, para ver los juguetes que en las tiendas exhibían.
Había bicicletas, cochecitos con las muñecas dentro de él, autos grandes y pequeños, patines, payasos, cajas para jugar en la mesa y muchos juguetes más. Todas las tiendas brillaban con sus luces.
Las niñas con los ojos desorbitados y casi sin hablar, querían quedarse con todos y no sabían que pedir ésa noche de reyes. Su mamá las había ayudado para que escribiera una carta días antes y, el pedido era muy específico, una de las niñas quería una bicicleta.
-“Mamá quiero esto... no mejor esto otro”, repetía la niña. Se acercaba a los juguetes, los tocaba con temor, después tomaba otro entre sus pequeñas manos. La madre sonreía.
Su hermana observaba con mucha tranquilidad, de hecho eran diferentes. Ésta menos inquieta y ansiosa que la hermana mayor.
La mamá de las niñas sonreía, porque las veía felices y contentas a ambas. Y siguieron caminando por varias cuadras. Había otros niños con sus madres y padres, el cielo estaba henchido de estrellas, era verano, noche ideal para la venida de los Reyes Magos.
Al regreso, después de la cena, había que acostarse temprano porque los Reyes Magos así lo querían, todos los niños debían de hacerlo en ésa noche del 5 de Enero.
Pero antes de ir a dormir le propuso a la mamá que dejaran dos baldes de agua para los camellos, porque vendrían con mucha sed. Así lo hizo la madre, y los dejaron en la puerta de la casa junto a los zapatitos.
La niña grande no podía dormir, daba vueltas y vueltas en la cama. Miraba y miraba por la ventana que daba al pequeño espacio del patio, que esa noche era alumbrado por la inmensa luna.
De repente con la respiración entrecortada por el miedo, vio unas sombras en la ventana que se parecían a Los Reyes Magos. -¡Sí, eran ellos ¡
La niña sintió tanto miedo, que cerró los ojos muy fuertemente y se quedó dormida. Pero soñó con los Reyes Magos que le dejaban una bicicleta en la puerta de su casa.
A la mañana siguiente con mucho temor, abrió la puerta junto con su hermana. Había muchas cajas con juguetes y el agua que había en los baldes ya no estaba.
Con desesperación y alegría las dos hermanas abrieron todas las cajas de juguetes, habían dos muñecas, cochecitos para las muñecas, un juego para cocinar y muchas cosas más. ¡Pero la bicicleta no estaba!.
Fueron días de júbilo, de alegría por estrenar nuevos juguetes, de comer la rosca de reyes que traía una sorpresa dentro de la masa.
Transcurrieron los años y la hermana mayor ya sabía escribir. Era muy aplicada en la escuela, le gustaba ir. Cuando contaba tan solo con 5 años ya quería asistir a clases.
Una vez una amiguita le dijo:
-Si le regalas un ramo de flores a la maestra, seguro que te deja entrar a clases- y así se lo propuso a su madre. Pero no le compraron las flores.
Un día se le ocurrió algo que le fue comunicado a su amiguita.
-“Lily ¿que te parece si le hacemos una carta al presidente de la República y se la entregamos, para que nos regale una bicicleta?”
-“Ah sí!!, y ¿cómo se la vamos a dar?, muy fácil: nos vamos a la casa donde él vive y cuando salga con su coche, nosotros no lo vamos a dejar pasar porque le vamos a poner una cinta con la bandera argentina atravesada, tú en una punta y yo en la otra. ¿Te gusta la idea? “.
-“Sí me gusta. Bueno empecemos”.
Y así lo hicieron. Llegaron una mañana bien temprano y se ubicaron en la puerta donde debía pasar el coche presidencial. Lily en una punta y Esther en la otra, pero no coordinaron bien con la salida del coche y cuando ya habían puesto la bandera argentina, un militar se las retiró.
-“Fracasamos ésta vez, pero lo intentaremos nuevamente”.
Hicieron otra carta y la entregaron en una oficina donde recibían solicitudes del pueblo.
Un día llegó una carta, la gritería de la niña se oía por toda la casa. Temblando abrió el sobre donde le decían que debía presentarse con su representante en una determinada dirección.
Pasaron los días y junto con su madre y hermana llegaron al lugar. Después de esperar por espacio de una hora, donde la mamá debía presentar los papeles, las pasaron a una oficina y le entregan una caja pequeña. ¡ No era del tamaño de una bicicleta!.
La niña se entristeció porque lo que había adentro era una muñeca. Para ésa misma época, los pobres recibían un bono que les permitía recibir una botella de sidra, un pan dulce y un juguete en el correo de cada barrio.
Esther observaba las largas colas de la cuadra donde vivía, pero a su familia nunca le fue entregado ningún bono, porque según el presidente, vivían en una zona de gente adinerada y por eso no les correspondía recibir nada.
Esther crecía y tenía amiguitas en la cuadra donde vivía. María era una de ellas, su papá tenía una zapatería y le había comprado una bicicleta a su hija.
Cuando Esther iba a la plaza que quedaba a media cuadra de su casa, María también iba con su bicicleta, se llevaban muy bien. María le prestaba la bicicleta, una vuelta para ella y otra vuelta alrededor de la manzana para Esther.
Pero un día, Esther estaba montada en la bicicleta de María y no se percató de una piedra que estaba atravesada en el camino, tropezó y se cayó comenzó a sangrar y su madre la llevó al médico. Al cabo de unos días, ya el dolor había desaparecido.
Esther dejó de ir a la plaza y no supo nada de su amiga María, pero Lily vino a decirle que María estaba muy enferma, que tenía difteria y que había sido hospitalizada.
Esther se asustó mucho y preguntaba siempre por su gran amiguita. Hasta que un día le dicen que María murió. Esther tuvo el gran valor
de asistir al velorio de su amiguita con apenas 8 años de edad. Su cadáver estaba cubierto con un tul blanco, que según los comentarios, era para que no existiera contagio alguno.
Esther cada vez que pasaba por el negocio del papá de María, éste llorando le decía: “Esther, se fue tu amiguita”, y lloraba mucho. Al mes de morirse María murió su papá.
Esther dejó de ir a la plaza por mucho tiempo, le parecía que veía a María montada en su bicicleta.
Y pasaron muchos años y Esther ya era una señorita, contaba con 16 años.
Hacía tres años que trabajaba, se había costeado el curso de mecanografía, se graduó a los 13 años con alta calificaciones en la Academia Pitman, estudiaba Inglés y Portugués, pero aún queriendo, no podía estudiar bachillerato. En su casa hacía falta el dinero.
Una vez su mamá le dijo: “Hay Esther, cuando será el día que en vez de darme dos billetes de éstos, me traigas muchos más”..
Y otra vez se acercaba la noche de reyes. Pero ésta vez era diferente, Esther podía comprar una bicicleta y pagarla mensualmente.
Fue con la seguridad que la caracterizaba a un negocio de ventas de bicicletas y le propuso al vendedor la forma de pago. Ella contaba con un respaldo económico y la carta que certificaba que estaba trabajando en una importante empresa, como mecanógrafa. Fue aceptada su propuesta y le dieron el sí.
Pero Esther ya no creía en la existencia de Los Reyes Magos, conoció la vida y sus dificultades. Sin embargo su hermana menor, todavía se ilusionaba con cada 5 de Enero por la noche.
Y volvieron a salir las dos hermanas con su mamá. Esta vez había una complicidad entre la madre y la hija mayor, le decían a Elsa: -“Hija, ¿tú crees que los Reyes Magos te traerán una bicicleta? Y la niña respondió: a lo mejor sí.”
Y así fue. En la mañana del 6 de Enero, la bicicleta lucía resplandeciente en la puerta de la casa, cerca de los zapatitos de la hija menor.......











Texto agregado el 28-09-2003, y leído por 1247 visitantes. (0 votos)


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