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Raiz traumática


Parecía que llevaba durmiendo una vida entera. Se movió para cambiar de postura , la anterior la había dejado un poco anquilosada. Entreabrió los párpados, pero la modorra era tal que volvió a cerrarlos. Se sentía como en una nube, si es que alguien estuvo una vez en una, tan suave, tan cálida, tan bien mecida y con un sonido lejano que sonaba a música celestial.
El sonido se hizo cada vez más claro, tanto que pudo distinguir, a pesar del sopor, la voz de su madre. ¡¡¡¡EEEEhhhh!!! Y la de su padre… y la de otra mujer que no conocía.
Puso más atención y escuchó palabras y frases:

-- Hemos de hacer lo que haga falta para que la situación de la familia no se agrave con un hijo más. Decía el padre.

-- Ten en cuenta que tu marido no tiene trabajo, que tienes una hija de veinte años enganchada a la droga y un chico de catorce; dejar que venga lo que llevas sería una condena para todos. Comentaba la mujer desconocida.

-- Comprendo lo que me decís, pero tengo que pensarlo más; estoy de muy poco tiempo y no me siento preparada todavía. Añadía su madre.

El pánico se apoderó de ella y se agitó sobre si misma. Tuvo la sensación de ser extraña en su propia casa. Todo el amor que sentía por sus padres quedó frustrado en unos minutos. Se sintió vacía, sin sentido su existencia. Su corazón lloraba desconsolado ante tal abandono, ante la perspectiva de sentirse repudiada y devuelta a … ¿De dónde venía?..No importaba eso ahora, sólo anhelaba sentirse querida.

No volvió a dormir hasta sentir la mano de su madre acariciar su aura; esa vibración amorosa que traspasaba los tejidos del vientre y que percibía el cariño secreto que le revelaba en cada caricia, en cada pensamiento dedicado a ella. Los impulsos de amor que brotaban, desproporcionados al corazón diminuto que los emitía, minaban la resistencia que en algún momento pudo albergar su madre. Su alma infantil sentía en blanco y negro: “Me quiere, no me quiere”. No había más matices.
Sólo llevaba cuarenta días en el nido materno y ya había quedado su alma marcada para toda su vida. El miedo a perder en algún momento el amor de sus padres se manifestó en la adolescencia con sus miedos nocturnos, su adicción al café y al tabaco y su gran nerviosidad.
Su sueño no volvió nunca a ser tan dulce como en una nube.


Texto agregado el 15-08-2005, y leído por 303 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
04-11-2006 un tema tan profundo como lo da la maternidad misma...genial los puntos que pones para la reflexiòn y bueno a mi me queda la esperanza siempre de que todo lo que se desarrolla en la niñez (lo lastimoso en especial) puede trasformarse en fortalezas para tu vida adulta...en fin...precioso texto... luzyalegria
30-08-2005 Es siempre enriquecedor situarse desde la perspectiva del "otro". Y si este otro es apenas un embrión de apenas cuarenta días, la panorámica al menos es insólita, original, distinta, divergente y (?) discutida. azulada
25-08-2005 Simplemente, excelente. ***** fabiangs
22-08-2005 Realmente genial, no más comentario india
22-08-2005 Intenso drama freudiano, muy emocionante. Mis estrellas. juanrojo
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