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La… la nota resonó en cada rincón de la sala, irrumpiendo dentro del murmullo de la gente que esperaba el inicio del concierto. La… El silencio regresó entre los instrumentos de la orquesta, pero fue interrumpido por la explosión de los aplausos del público al ver caminar por el foro al director y al concertista. Un ligero saludo al primer violín por parte de ambos y a continuación el acomodo de las partituras del director, marcó el inicio de la noche de gala, en la que se presentaría el concertista por vez primera en una sala extranjera. Con el movimiento de los brazos del director para iniciar, marcar la emotividad y el desarrollo de la primera parte, y las manos del pianista sobre el teclado del piano de concierto, empezó con las emociones desatadas, que se perdieron en medio de la noche, entre la audiencia, y se dejaron ir, más allá de lo que se había contemplado. Las pasiones del director, de la orquesta y del pianista se reflejaron en el concierto elegido, estallando dentro del público con una ligera sensación que conforme avanzaban los movimientos iba aumentando, como una roca sobre un acantilado.
Y terminando en una maravillosa conclusión al clímax del concierto, los aplausos resonaron como un estallido de emotividad jamás sentida por la audiencia. Los aires de satisfacción se reflejaron en el concertista y en el director, quienes, una vez terminados los ritos finales de la primera parte del concierto, caminaron fuera del escenario. Mas aún, los aplausos eran tales que tuvieron que salir tres veces al escenario, y una cuarta, por petición del público, para que el concertista los deleitara con un encore. El concertista indicó antes de tocar la pieza que interpretaría, y fue a asombro del público que él hubiera escogido una pieza propia, jamás estrenada en una sala de concierto. Y así, empezó, y al poco tiempo ya había impactado a su audiencia con las armonías y las emociones que provenían de su pieza, exaltando a mas de media sala, para llegar a su interior, para despertar en ellos una nueva pasión que él profesaba. Al terminar su obra, el público no tardó en superar de nueva cuenta el silencio final y estalló en aplausos, pero solo los que estuvieron en las primeras filas, el director y la orquesta pudieron contemplar, que en la cara del concertista una lágrima de emoción recorrió sus mejillas, que descubrió su ser en un piano.

Texto agregado el 13-08-2005, y leído por 116 visitantes. (0 votos)


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