Sonó el reloj a las 7:00am, la ciudad ya estaba encendida con sus ojos ojerosos y su rostro hinchado en millones de seres. Vuelta al botón del radio y la voz sale como un zumbido dentro del coche que parece un insecto.

Las nubes poseen formas que se alargan por la brisa de la misma manera en que se alargan cuerpos atados en la cámara de tortura..., como saliendo de un sueño... mas no hay tiempo de ver las nubes; rojo el círculo del semáforo quisiera que el parabrisas del coche fuese la pantalla de un televisor, apagarlo para siempre y retornar al sueño ese de un grito en el vacío.

El Hombre Araña lo veía de lejos con esos hermosos grandes ojos alargados, no lo estudiaba, lo escogía desde allá lejos desde una pancarta, tal vez como alimento para su estómago voraz y sin perdón o quizás como prole. Todo dependía de si abría la portezuela del carro y huía o de si se resignaba e iba hasta la oficina a insoportar la prepotencia de un jefe prepotente y estúpido. El Hombre Araña de todas formas lo veía.