Ven, desnúdate, déjame sentir tu trémula pasión,

ven, abrázame, enséñame a experimentar

la sensación de estar viva.


No solo tu cuerpo,

no solo tu mente,

déjame ver caer el lino

que cubre tu alma.


Ven cariño mío, desnúdate. Abraza mi tez.

Siente las imperceptibles huellas

de mis dedos correr el área virgen de tu cuerpo.

Ven, amado mío, contémplame.


Extasía hasta los estertores de la muerte, tu mirada,

también he guardado con celo mi tesoro virginal para ti.

Ven, mi rosa del pantano, sé mío.

Toma en tus manos mi cálido temblor.


Hiere mi corazón con el dulce aroma de tu piel.

Déjame sentir el aliento de tu boca para

escurrirme en tus entrañas y hacerte gemir

de místico dolor.


Ven, desnúdate.

No solo con quién hace caer la ropa

ante la enamorada, sino con quién arranca su piel

y deja contemplar su alma.


Sé mío. Arrástrate tiernamente

a la hondonada de tu cuerpo,

entrégate sin reservas que yo te haré sentir

el límpido pudor de quién es niño

y pronto será hombre.