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Inicio / Cuenteros Locales / kikeguillen / ¿POR QUÉ DIOS ESTÁ MUERTO?

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NIHILISMO Y LA MUERTE DE DIOS

Séneca decía “a todos les gusta más creer que juzgar”. El hombre primitivo temeroso de los fenómenos naturales y aferrado a una fe para intentar comprender lo incomprensible del universo, no tenía más salida que convertirse en un ser religioso, que prefería estoicamente entregar su destino a la voluntad de los dioses.
A pesar del fanatismo religioso imperante como efecto de la inconmensurabilidad del universo y del refugio en la fe de los seres humanos. Paralelamente, la articulación del pensamiento abstracto fue refinándose, el hombre y la mujer se dedicaron a pensar, se superaron cada vez más en la elaboración de conceptos racionales, entonces, comenzó a vislumbrarse el nuevo reino.
El reino de la razón, y surgen dos mandamientos en ese nuevo imperio, sus columnas fundamentales “razona bien y vivirás bien” y “saber es poder”.
¿Qué sucede entonces? ¿pueden coexistir la gracia divina y la razón? Por supuesto que no. El pensamiento, el desarrollo cultural y la ilustración tendrían una hija predilecta que se colocaría por encima de la religión, de la fe y de los dioses. Esa bienaventurada hija es la justicia.
Dostoiésvski refleja un claro ejemplo del rebosamiento de la justicia por encima de la fe. El escritor ruso vivió en un momento en el que el sistema de servidumbre en Rusia abusaba de los más elementales derechos de los campesinos. La sociedad se enfrentaba entre la asimilación de las ideas occidentales (revolución francesa) y la tradición rusa representada por la ideología eslavófila con la iglesia ortodoxa. Esta confluencia de posturas dio a este brillante escritor la posibilidad de plasmar en sus obras un retrato de la sociedad en la que cada uno de sus miembros más representativos fue dibujado de manera excepcional.
Dostoiésvski se pregunta ¿un niño inocente de cuatro o cinco años debe sufrir atrocidades, violaciones, desnutrición, sin haber causado ningún daño? ¿A qué se debe su sufrimiento, quién lo justifica?
La religión le responde, vinimos a este mundo a sufrir para redimirnos.
¿Y si Dios es el creador de todo, también es el creador del sufrimiento de un niño inocente? ¿Si Dios está en todas partes es testigo de brazos cruzados ante la comisión de las fechorías más indignas en el cuerpecito indefenso de un infante?
La religión responde, tal circunstancia escapa del entendimiento, pero si preservas tu fe, si te sometes a la voluntad de Dios y respetas los mandamientos, en el advenimiento del día del juicio final se juzgarán tus acciones y obtendrás la salvación.
Dostoiésvski concluye, si Dios permite la injusticia en el cuerpo de un niño inocente, si permite la vejación, la humillación, el sufrimiento de atrocidades impensables en la humanidad de una criatura que es incapaz de causar daño alguno, en ese caso, no quiero la redención del cielo. No quiero su fe, no acepto su salvación, no me atengo a sus mandamientos.
En tal situación, propone la conversión del hombre en Dios, porque, si Dios permite la injusticia, si es testigo de piedra, es porque para el hombre ¡todo está permitido!
“-El joven pensador seguía diciendo: “Pero nos preguntamos si esta época llegará. En caso afirmativo, todo quedará resuelto, y la humanidad se organizará de forma definitiva. Pero como, dada la necesidad inveterada de la especie humana, esto tal vez no se realice hasta dentro de miles de años, todo hombre consciente de la verdad tiene derecho a reglamentar su vida como le guste, ajustándola a los nuevos principios. Admitido esto, habrá que admitir también que ese hombre tiene derecho a todo. Es más: incluso aunque esta época no haya de llegar nunca, el hombre nuevo, sabiendo que Dios y la inmortalidad no existen, puede convertirse en un hombredios, aun en el caso de que sea el único que viva así. Ese hombre podría hacer caso omiso, sin la menor preocupación, de las reglas tradicionales de la moral, esas reglas a las que el ser humano está sujeto como un esclavo. Para Dios no hay leyes. En cualquier parte en que se encuentre, está en su sitio. En cualquier parte en donde yo esté, me encontraré en el primer puesto…En una palabra tengo derecho a todo.”
Dostoiésvski se percata de la brillante injusticia que inspira la fe y decide destronarla, con la imagen del hombredios. El hombredios que será el Übermensch de Nietzsche, sin embargo, el novelista no hace más que percatarse de la profunda injusticia que conlleva la fe y su manifiesta imposibilidad de justificar cómo un ser piadoso como Dios, asiste en su omnipotencia a la violación de un niño sin intervenir, es en ese punto en que la razón de la justicia supera a la fe. Dostoiésvski toma partido del lado de la justicia y abandona a la fe, simplemente se colocó del lado de la razón (justicia), por encima del dogmatismo de la creencia religiosa. Al igual que el novelista ruso, la humanidad opta por destronar el ideal de la fe, por el ideal de la justicia. ¿Acaso no es más de lo mismo sustituir el dogmatismo de la religión, por el dogmatismo de la razón?, necesariamente se aviene el nuevo imperio de la razón, representado por la Revolución Francesa.
La humanidad optó por rendir culto a la razón y el más elevado ejercicio racional lo hayamos en El Contrato Social. La revolución francesa dio el punto a un exquisito caviar intelectual. Se destronó al poder del rey, como representante de la voluntad de Dios, y ese poder se transfirió al pueblo. Ahora la voluntad para dirigir el gobierno reside en el pueblo, en el soberano. “¡El pueblo es todo, tú no eres nada!”
El valor supremo es igualmente la justicia, no es justo que un hombre (rey), esté investido de todo el poder, lo justo es que el poder esté en la mayoría, ésta debe decidir el destino de la nación, la mayoría debe promulgar las leyes más justas y justicia es que todos debemos ser iguales ante la ley.
La revolución francesa lo que hace es sustituir el dogmatismo religioso, por el dogmatismo de la razón, ahora los políticos con su máxima de “si lo vas a hacer no lo puedes decir, porque si lo dices no lo puedes hacer”. Se lanzan al ruedo en la pugna por el poder político, mediante el convencimiento, el debate de las razones e ideales manejados por la masa, para manipular a las mayorías y justificar el ejercicio del poder, bajo el manto de la legitimación democrática, entonces, todos los discursos nihilistas están cargados de amor, de dios, de la justicia, y tras bastidores son los grandes cínicos, con mascaras cargadas de sabiduría, de asesores y consejeros, que se han hecho expertos en la manipulación, el disfraz y el engaño.
“El Contrato Social da una gran extensión, y una exposición dogmática, a la nueva religión cuyo dios es la razón, confundida con la naturaleza, y el representante en la tierra, en vez del rey, el pueblo considerado en su voluntad general.”
A partir de la revolución francesa, el acalorado fanatismo imperante por las razones no se detiene, fue como lanzar una bola de nieve desde la cima de una montaña, con el discurrir del tiempo cada vez la masa de nieve que rueda hasta la ladera de la montaña está tomando dimensiones inmanejables, la razón está destruyendo sin piedad cualquier obstáculo que se cruce en su camino, incluyendo indiscutiblemente al agente pensante, al individuo.




NIHILISMO Y LA DECADENCIA CONTEMPORÁNEA

El nihilismo, este ocaso de la cultura occidental, cuyo fracaso se centra en el imperativo racional, somos espectadores en el paulatino alejamiento del ser humano de su naturalidad, su extravío en un amasijo de conceptos abstractos retorcidos y sin sentido que lo tienen encarcelado.
“Bajo el imperio del concepto abstracto y universalizador –social- se hace entonces un ser racional; se distancia así, al transmutar una metáfora pulsional en un concepto, de los animales. Lo humano es ahora sistema y orden de los conceptos (fríos residuos de metáforas) y no las primitivas impresiones sensibles.”
La vorágine de la sistematización, la seguridad, la ciencia que quiere clasificar, ordenar y determinarlo todo, terminó por enclaustrar a los componentes de la sociedad bajo el látigo de la lógica y cada vez más se luchó en contra del instinto y la irracionalidad.
“Asistimos a una quiebra total de la cultura occidental. El mundo cruje y amenaza con derrumbarse, ese mundo que para mayor ironía es el resultado de la voluntad del hombre, de su prometeico intento de dominación. (…)
Aquella ciencia que iba a dar solución a todos los problemas físicos y metafísicos del hombre contribuyó a facilitar la concentración de los estados gigantescos, a multiplicar la destrucción y la muerte con sus hongos atómicos y sus nubes apocalípticas.”
¿Cómo se cultivó el nihilismo? A través de un proceso lento, en el cual el fervor religioso, el dogmatismo a ultranza de la fe, fue debilitándose y sustituyéndose por la fanática disposición a pensar. Así quedó desplazada la fe por la justicia. Pero ¿Qué hicimos? Lo que hicimos fue sustituir un viejo culto por uno nuevo, el culto de la gracia fracasó, y el nuevo culto de la justicia, también fracasó y rotundamente -para el año 1960 en nuestro planeta existía 1 rico por cada 30 pobres, para el año 2000 teníamos 1 rico por cada 90 pobres-.
Ante el fracaso y la decepción de la gracia y de la justicia, el hombre y la mujer contemporáneos están abatidos. Ese ideal, ese “deber ser” que tanto nos vendió en primer lugar la fe y en segundo lugar la justicia, nunca se alcanzó y nunca se alcanzará, por ser ideales inhumanos (no nos pertenecen).
Las consecuencias de esa profunda decepción, cuya noticia no sorprende a nadie, por todas partes oímos a predicadores, periodistas, políticos que nos repiten sin descanso esta sociedad está pérdida, ya no hay ética, se han perdido todos los valores.
Como añadidura a la inmensa decepción dejada por la iglesia y por la revolución francesa. Tenemos que agregar la masificación de los medios de comunicación social, primordialmente la televisión a la que Ernesto Sabato llama el opio del pueblo, en semblanza a la frase de Marx “la religión es el opio del pueblo”.
Por su parte la televisión dicta las tendencias y los productos de consumo masivo. Ahora el rebaño, la masa, el pueblo producto de la publicidad, de la mercadotecnia y de la televisión sustituye sus dioses, y los nuevos ídolos dictan cómo se debe vivir, cómo vestir, qué se debe comprar, cuántos hijos tener, cómo decorar la casa, qué compañía de seguros debe protegernos y a cuáles templos acudir. Que no se me mal interprete, no pretendo sonar como los enemigos del dinero. El dinero es bueno, importante y necesario, pero jamás por dinero podemos renunciar a nuestra Voluntad Irresistible.
La televisión, el cine, la prensa, la internet y demás hacen que se impongan formas de vida, a las que el rebaño se aliena en mayor o menor medida. Henry Ford citado por Peter Sloterdijk nos dice al respecto: “Los progresos del mundo que se han producido hasta ahora iban acompañados de un importante incremento de los productos de consumo diario. En el patio de una vivienda americana se guardan, por término medio, más herramientas…que en todo el territorio de un caudillo africano. Un escolar americano está en general más rodeado de cosas que toda una comunidad de esquimales. El inventario de cocina, comedor, dormitorio y carbonera presenta una lista que incluso habría sorprendido al más suntuoso potentado de hace quinientos años…(1923, pág. 313).”
Cada vez más el hombre y la mujer contemporáneos por influencia de los medios de comunicación agotan sus energías en una lucha banal, la lucha por colmar los modelos de alienación impuestos por los medios masivos de comunicación. Esa lucha traduce a la lucha del conejo tras la zanahoria que se le coloca delante del rostro, con una vara que pende del propio cuerpo del animal, su posibilidad de alcanzar la zanahoria es escasa, y el costo incalculable.
Que no nos invada el asombro cuando escuchemos el mensaje de Nietzsche que nos da la noticia que “Dios está muerto”. Entendámoslo de una vez y para siempre, a Dios no lo mató el filósofo errante todos somos los asesinos de Dios, lo sustituimos por el novísimo ídolo del éxito, ese que generalmente aceptado vanagloria el ego, y enaltece a la vanidad, cuando el hombre quiere el Mercedes Benz y la mujer la Lois Vuiton, Dios está muerto, porque tales metas son incompatibles con el más sublime mensaje de cristo “ama a tu prójimo como a ti mismo”. El mensaje de Jesús que en esencia toca al mensaje de Buda, resígnate, sufre, no anheles, pon la otra mejilla. Es un mensaje que de manera espontánea sólo se da en personalidades excepcionales (Madre Teresa de Calcuta). Al resto, el egoísmo nos determina, y sólo quien se ama, a sí mismo es capaz de brindar amor a los demás, como sostiene Mandeville “Nada existe en la Tierra tan universalmente sincero como el amor que todas las criaturas, capaces de sentirlo, se profesan a sí mismas; y como no hay amor al que no desvele el cuidado de conservar el objeto amado, nada hay más sincero, en cualquier criatura, que su voluntad, su deseo y su empeño de conservarse a sí misma. Es ley de la Naturaleza que todos los apetitos o pasiones de la criatura tiendan directa o indirectamente a la preservación tanto de sí mismo como de su especie” .
Más le importa a cada quien una gota de su sangre, que un millón de litros de la sangre ajena.
De esta manera admiro y reivindico la postura de Cristo como hombre que trajo en sus brazos un mensaje de bondad infinita, de entrega a los demás, de resignación ante el dolor.
Buda por su parte transformó una filosofía en religión, a través de la meditación se percató que la desgracia de los seres humanos está circunscrita en lo que quiere o desea (voluntad de poder). Por lo tanto, arroja como solución la inhibición del querer y del desear, es decir, no querer o desear nada. Así se supera el alma, hasta alcanzar el Nirvana, estado superior de máxima iluminación.
Por el contrario, condeno la vorágine insaciable, alienante y aplastante de la iglesia católica y su manipulación mística para dominar a los fieles. Su acuciante intención de sembrar el sentimiento pervertido, que Stirner denominó “egoísmo involuntario”.
Los fieles buenos y abnegados con el prójimo, en la mayoría de los casos no lo son por un sentimiento de piedad innata y natural, sino porque temen ir al purgatorio, entonces para hacerse acreedores de un palmo de cielo (pensando sólo en sí mismos) son caritativos en esta vida, esto es el egoísta involuntario, a fin de cuentas su bienestar supraterrenal determina que se hagan pasar por bienhechores del prójimo.
Como dice Santiago Gamboa “somos cristianos por herencia”, y aunque nos complazcamos con el cumplimiento del precepto dominical, nos persignemos tres o cuatro veces antes de subir a un aeroplano y al cruzar un templo, aceptémoslo sin medias tintas ¡Dios está muerto! Y somos sus asesinos.
“Pero, ahora, ante la vulnerabilidad, o el fracaso de la Razón, de la Política y de la Ciencia, el ser humano oscila en el vacío sin encontrar en dónde enraizarse ni en el cielo ni en la tierra, mientras es atragantado por una avalancha de información que no puede digerir y de la que no recibe alimento alguno.”

Texto agregado el 28-07-2005, y leído por 157 visitantes. (0 votos)


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