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Estudió todas las fórmulas que le permitirían copiar a la perfección en las pruebas de su curso. Se cercioró que la escritura fantasma (trazar palabras con un lápiz sin pasta sobre una hoja en blanco) pudiese ser vista ladeándola apenas. Indagó hasta conocer las potencialidades visuales de cada uno de sus profesores, supo que éste sin sus lentes ópticos no veía más allá de tres metros, que aquel tenía un daño en la retina que le producía ceguera en determinado ángulo y que la profesora de matemáticas al inclinarse sobre el escritorio, perdía la visibilidad en ambos extremos debido a que su lacia melena le obstruía dichos campos. Se sabía a la perfección la cantidad de ínfimos caracteres que cabían en una uña y se entrenó para hacerlos cada vez más pequeños. Era un experto en el alfabeto morse y lo practicó con el sabelotodo del curso para que este le auxiliara cuando lo requiriese. Esta ayuda no era desinteresada puesto que le costaba un sándwich al día que pagaba con mucho gusto. Más tarde incursionó en el sistema braille y así acribilló una y otra vez su escritorio con una infinita cantidad de perforaciones que, una vez desechadas, rellenaba con masilla. Esta estrategia funcionó exitosamente hasta que fue cambiado de banco el mismo día de un importante examen. Entonces se dio maña para aprender a leer la caligrafía invertida y para ello se proveía de un espejito que enfocaba directamente sobre los exámenes de sus compañeros. Se introdujo en el fascinante tema de la ley de las probabilidades, aprendió sus veleidosas fórmulas y todo este conocimiento lo aplicó en esas pruebas con opciones A, B, C y D, sabiendo que una letra no se repite dos veces seguidas pero en determinada secuencia puede hacerlo hasta más de cuatro veces. Se informó de todas las argucias existentes para fabricar un buen torpedo y realizó acuciosos estudios para mejorar algunos métodos, valiéndose de la tecnología.

Finalmente, después de largos años sin siquiera haber hojeado un cuaderno ni estudiado una sola línea de materia y estando a punto de titularse de Ingeniero Civil, se hizo un crudo cuestionamiento y pensó que si hubiese utilizado la décima parte de su empeño para dedicarse a estudiar, acaso hubiese sido una lumbrera. Pero ahora, como sabía mucho de estrategias de escamoteo de conocimiento ajeno y nada de Matemáticas, Física y Química, se puso su mano en el corazón y pensó que antes que se le derrumbase más tarde un galpón, un puente o un edificio, era preferible dar un paso al lado y olvidarse de la Ingeniería Civil.
Si usted algún día desea saber si su cónyuge le engaña y desea hacerle un seguimiento, contáctese con Wilson Spy, el mejor detective del mercado cuyo vasto currículo se comenzó a escribir desde el mismísimo kindergarten…











Texto agregado el 23-07-2005, y leído por 305 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
26-07-2005 !!!Genial!!!!! Me mantuviste en suspenso con el gran investigador de estrategias para copiarse. Tu prosa es fascinante. Me encanta. Dainini
23-07-2005 jajajajaja, tb que buenaaaaa, tremendo prontuario desde kinder, el único riesgo q podía correr era quedar bizco anemona
23-07-2005 jajajajajajaja, está sensacional, menos mal que desistó de su profesión y se dedicó a algo menos dañino para la sociedad Estupendamente bien escrito, la puntuación me parece perfecta, nada que decir al respecto. Saludos y estellas por 5 india
23-07-2005 buenísimo¡¡¡ como para releerlo¡¡¡ mis 5*i saludarte monilili
23-07-2005 Trabajaría un poco las puntuaciones, haría párrafos, enlazaría el final de mejor forma con el resto: tienes una buena idea samorales
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