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Retrato


No había sido la primera vez que te encontraba mirándome a los ojos y sin decir palabra. Conocías muy bien el punto acuciante en el que me dejabas caer como una taza vieja haciéndose añicos.

-¡Otra vez mirándome zozobrar!-digo ofuscado.

Mucho tiempo había pasado y la casona intacta, aunque más descolorida, hasta el olor parecía conservar. En el dormitorio estaba él. Pétreo, con las manos cruzadas por delante, firme e inalcanzable
Jamás modificó la postura ni los ojos dirigidos como flechas impactando sobre el blanco. A punto de otra de mis rendiciones, hice fuerzas y seguí con una especie de monólogo renovado. No dejé que me temblaran los labios ni el mentón porque a decir verdad, desde niño cumplía con ese ritual de pucheros y flaquezas.

¿No te importa, no?- Insisto

Mientras recordaba su abrazo fuerte y silencioso. Tan fuerte que me hacía parte suya y yo me entregaba a un sueño blindado donde siempre era invencible con el poder y el halo de su figura indómita. Nadie me haría daño.
Qué extraño amor. Mi monólogo alocado no cesaba y me descubrí un gato enjaulado recorriendo la habitación, dándole giros a la alfombra tejida al crochet. El empapelado me daba vueltas y por supuesto el olor, ese olor. Me detuve en un punto fijo: la foto de mi abuelo Ramón. Elevando el volumen de la voz creí imponerme pero no logré sino que el eco llegaba hasta la cocina.
Inmediatamente sentí el impulso de querer esconderme detrás de mis propias palabras. Era miedo. ¡Carajo! Soy un hombre con miedo.
Me repuse al instante porque sería la última vez, sí la última vez que dejaría que ese pavor me adueñara.

-¡Viejo! Habláme!!- Le grito

El lagrimón al que me aferraba se cayó y aflojé de golpe la gravedad en la garganta intentando entonces un amigable

-Dale Papá- mientras tomo un poco de aire.

Pero mi padre en su retrato sobre la mesita de luz, seguía mirándome fijo, con sus manos cruzadas por delante y con una mueca apenas esbozada en la cara.
Me resigné a su silencio mientras el personal desalojaba las últimas palmas de rosas y claveles junto con los candelabros de bronce que se encontraban en la habitación de al lado.
Yo sigo hablando solo.




Texto agregado el 26-12-2002, y leído por 277 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-12-2002 Muy lindo, bien, Ana. AnaCecilia
 
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